jueves, 30 de enero de 2020

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En un artículo anterior hablamos sobre la importancia de este ballet en el mundo de la danza y el orgullo que implica ser elegido para bailar esta obra. También que fue la primera y a la vez la más importante composición de Tchaicovski.  Sabemos que desde 1940 las coreografías van mutando a pesar de que la mayoría de las puestas realiza variaciones tomando como referencia la hecha por Marius Petipa y Lev Ivanov para su relanzamiento en San Petersburgo en 1895.

Desde sus inicios, su guion sufrió alteraciones, principalmente simplificando personajes o sus nombres, generalmente en aquellos roles secundarios, respetándose a los protagonistas.  Y que a la hora del final, cada coreógrafo repositor elegía sorprender al público con su “caprichosa” elección, a veces los protagonistas se salvaban, otras sucumbían trágicamente.  Pero es a partir de 1976 que se comienza a versionar en forma libre el guión, aunque respetando cierta raíz que hace que la obra no pierda su esencia.

Con el nombre de “Las Ilusiones como Lago de los Cisnes” John Neumeier creó para el Ballet de Hamburgo una obra basada en la vida de Luis II de Baviera (25 de agosto de 1845 – 13 de junio de 1886), que al fallecer el padre, Maximiliano II de Baviera, hereda el dicho reino, y entre sus obligaciones como rey, se ve forzado a contraer un matrimonio el que rechaza.  Así comienza el malestar entre Luis II y la nobleza que lo circunda, que hace lo posible por derrocarlo.  Finalmente muere en una situación extraña, ahogado junto a su médico, en el lago próximo a uno de los tantos castillos que mandó construir y en el que estaba recluído en calidad de enfermo psiquiátrico.  En algún momento se lo llamó el Rey Cisne porque se decía que en su persona había regresado el Caballero de Lohengrin, un Caballero de una leyenda medieval, perteneciente a la orden del Santo Grial, que portaba un casco que remataba con una pequeña escultura de un cisne.  Luis II tenía fascinación por los cisnes. 
     
Otra versión importante es la que hoy presentamos aquí.


Matthew Bourne estrena en el Teatro de Sadler´s Wells de Londres en 1995, la primera versión en la que los cisnes son interpretados por hombres y las coreografías suman influencias de la danza contemporánea. La obra se interpreta desde hace casi veinticinco años con un éxito completo de público, habiendo dado la vuelta al mundo, obteniendo más de treinta importantes premios, siendo visitante de los más prestigiosos teatros de Europa, Los Angeles, Japón y Australia.  Por supuesto también cuenta con grandes detractores que lo critican por no mantener los estándares a los que están acostumbrados.

Tomado como eje la historia de Ondina, una de los mitos en donde se supone que abreva la historia original de El Lago de los Cisnes – y que Andersen transforma en “La Sirenita” – Bourne reinterpreta el mito.

Según Alastair Macaulay (gran critico de danza, trabajó para The Times Literary Supplement y The Financial Times, como también para el The New York Times), “El foco del ballet se traslada desde el personaje de Ondina hacia el hombre - el Príncipe. Es el Príncipe el que lucha contra la represión y anhela la libertad, y quien necesita amor para sentirse seguro”. Además, no es el mortal quien es infiel con la ninfa. Más bien es el Cisne quien en el Acto Segundo expresa amor hacia el Príncipe, traicionándolo con el joven von Rothbart en el Acto Tercero y finalmente volviendo a él en el Acto Cuarto. Sin embargo, como en el mito de Ondina, el pecado de traición sólo puede expiarse con la muerte.

Compartimos el video, duración 120 minutos: .


Acto I
En el prólogo el Príncipe, de niño, es despertado por la pesadilla de un cisne. Su madre entra a reconfortarlo, pero al ponerse nerviosa por la intimidad de la situación se marcha, mirando por encima de su hombro con indecisión.

La primera escena comienza con un ejército de ayudas de cámara y mayordomos ayudando al Príncipe a prepararse para un día de deberes oficiales.

En la segunda escena, pertrechado con su uniforme de gala, El Príncipe se aburre con el bautizo de un barco, el corte de una cinta y otras tareas simbólicas. Su madre lo azuza para que mantenga las apariencias, aunque le presta más atención a los soldados jóvenes y guapos que a él.  Hay una transición durante esta escena, que nos lleva del niño actor que interpreta al joven Príncipe hasta el bailarín adulto que, con idéntica indumentaria, interpreta al Príncipe ya crecido. A este Príncipe ya adulto le presentan una chica desgarbada llamada "la Novia". A pesar de que es von Rothbart, su Secretario Privado, quien aparentemente fuerza el encuentro, el Príncipe disfruta de la novedad como una alternativa a su vida llena de obligaciones. La Reina encuentra a la Novia inapropiada.

En la tercera escena la Reina, uno de los soldados y admirador suyo, el Secretario Privado, el Príncipe y la Novia aparecen juntos en el palco de un teatro, desde donde asisten a un ballet que es representado tanto para el público real como para los personajes. Es una parodia dulzona y camp de un ballet romántico, en el que una princesa encantada combate a tres goblins y conquista el amor de un leñador tirolés. Los decorados espectaculares (basados en los diseños del Castillo de Falkenstein – el cuarto castillo que Luis II no llegó a reconstruir – de Christian Jank), el vestuario vacuamente ornamentado, y las actuaciones melodramáticas son una burla dirigida a los ballets románticos de los que El lago de los cisnes original era un buen ejemplo. La Novia molesta a la Reina y a von Rothbart, con sus reacciones exageradas a la danza, incluso dejando caer su bolso desde el palco real.

La cuarta escena nos muestra al Príncipe enfadado, bebiendo delante de un espejo en sus aposentos, lo que sorprende a su madre. A continuación se produce un pas de deux casi violento en el que él suplica su atención y su amor, mientras que ella lo rechaza con determinación.

Este rechazo lleva al Príncipe a las calles y al Bar Swank; una discoteca al estilo de los 70s, en las escenas quinta y sexta. A partir de este punto la coreografía se desvía más notablemente del ballet clásico, dominando los estilos de danza moderna y jazz. El Príncipe busca el amor entre extraños, que lo rechazan.

En la séptima escena sorprende a von Rothbart, el Secretario Privado, pagando a la Novia para que desaparezca. Mientras está sentado en la calle al final de la escena, el Príncipe se imagina a un grupo de cisnes volando hacia él, pero la visión se desvanece rápidamente. Es el primer indicio del descenso del Príncipe hacia la locura.

Acto II
Deprimido con la idea de que nunca encontrará el amor, el Príncipe piensa en el suicidio, pero es salvado por la visión de unos hermosos cisnes en el lago de un parque público. Este acto es la adaptación más directa del argumento original de El lago de los cisnes, pero al mismo tiempo contiene los elementos más polémicos del ballet, debido a los cambios estílisticos y de reparto. Los bailarines muestran a los cisnes como animales arrogantes y agresivos en lugar de los cisnes delicados y sentimentales tradicionalmente interpretados por bailarinas. Se descartan las diademas y los tutús blancos tradicionales; reemplazados por torsos desnudos, pantalones hasta la rodilla y emplumados, y maquillaje facial negro y agresivo. Rechazado al principio por el Cisne líder, al final el Príncipe es aceptado en un abrazo amoroso. Éste siempre ha sido el deseo del Príncipe, y el acto termina con una felicidad triunfante. Entonces los cisnes se alejan volando. No queda completamente claro si el Príncipe realmente ha tenido trato con los cisnes o si éstos son sólo producto de su imaginación.


Acto III
La primera escena comienza con la llegada de las princesas de varias naciones Europeas y sus escoltas a las puertas de palacio para un gran baile. La Novia se cuela entre ellos.

La segunda escena tiene lugar en un salón de baile proto-fascista, donde gigantescos candeleros sostenidos por puños recuerdan a aquellos de La bella y la bestia de Jean Cocteau. Comienza con la llegada de la Reina y el Príncipe, pero degenera rápidamente en una bacanal de bebida y provocaciones lascivas. En ese momento es cuando llega el hijo de von Rothbart, carismático y sexualmente agresivo, vestido con pantalones de cuero negro: que intensifica incluso más la tensión sexual al flirtear con toda mujer presente, incluida la Reina.

Al igual que en El lago de los cisnes original, donde normalmente (aunque no siempre) la misma bailarina interpreta al cisne blanco (Odette) y al negro (Odile), en esta versión el mismo bailarín interpreta al cisne blanco y al joven von Rothbart, vestido de cuero negro. El Príncipe observa algo de su amado Cisne en el chico, y se ve tan atraído por su bravuconería y su magnetismo animal como lo repulsa su lujuria. Durante unos números de bailes con rozamiento y una secuencia de bailes nacionales, se hace evidente que la Reina se ve poderosamente atraída por el hijo de von Rothbart. Su padre, el Secretario Privado, lo observa todo con una satisfacción triunfante. Pero el Príncipe, en un pas de deux también intenta acercarse al joven von Rothbart, sólo para ser despreciado. El Príncipe se refugia en su propia mente y se imagina una danza íntima con él, pero la confusión del Príncipe disturba la fantasía; y los movimientos del hijo cambian rápidamente de eróticos a violentos. El Príncipe se imagina al resto de los invitados al baile riéndose y burlándose de él. La Reina y el joven von Rothbart se abrazan y comienzan a besarse, demostrando que ella lo acepta como amante. Sobrecogido por sus sentimientos encontrados, el Príncipe saca una pistola y amenaza con disparar a su madre. En la consiguiente algarada la Novia intenta disuadir al Príncipe, mientras que el Secretario Privado saca su propia pistola y apunta al Príncipe. Suenan disparos, la Novia y el Príncipe caen al suelo, pero sólo la Novia ha resultado herida. Yace inconsciente en el suelo, y se llevan al Príncipe a rastras; mientras la Reina se arroja en brazos del joven von Rothbart. Le entrega la pistola que ha cogido del Príncipe a su padre, mientras ambos ríen.

Acto IV
En el último acto de El lago de los cisnes de Matthew Bourne se considera que el Príncipe ha perdido el juicio y es confinado en un asilo, en una habitación con una ventana alta y barrotes. Allí es tratado por un doctor y un equipo de enfermeras que llevan máscaras que recuerdan a la cara de la Reina, en una escena similar a aquella en la que la Reina lo viste al principio de la obra. De nuevo, la Reina es incapaz de demostrar amor por su hijo.


El Príncipe se arrastra hacia la cama y parece dormir. Sin embargo, comienza a retorcerse mientras sueña con un grupo de cisnes que emergen desde debajo y detrás de su cama, danzando amenazadoramente a su alrededor. Sus movimientos espasmódicos y su expresión torturada transmiten la lucha del Príncipe para soportar la realidad y la fantasía. El Cisne líder emerge entonces desde dentro de la cama del Príncipe; y no queda claro si esto está pasando en realidad o es simplemente otra de sus visiones. El Cisne baila con el Príncipe, antes de que el resto de los cisnes entren a escena y se enfrenten al Cisne líder cuando éste deja claro que valora su relación con el Príncipe más que la compañía de sus congéneres. Separan a los dos y comienzan a atacar al Príncipe antes de que el Cisne salte para salvarlo. Los cisnes entonces comienzan a atacar a su antiguo líder. El Príncipe, a pesar de sus esfuerzos, es demasiado débil para salvar a su amigo. Desolado, el Príncipe llora y se derrumba en la cama. Después la Reina encuentra el cuerpo muerto de su hijo y rompe a llorar. Sin embargo, es en la muerte donde el Príncipe y el Cisne pueden estar juntos; vemos una escena sobre la acción principal que muestra al Cisne abrazando al joven Príncipe del Acto Primero.




Fuente

Wikipedia, El Lago de los Cisnes - Bourne



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