Una biblioteca virtual con más de 300 textos en español
de y sobre – el escritor polaco, adoptado por Argentina – Witold Gombrowicz
(artículos, notas, reseñas, entrevistas)
Todo gratis, a un clic. Así publicita un banner la novedad en el sitio
del Congreso (Permanente) Witold Gombrowicz.
Si bien el congreso se desarrolló en la Biblioteca
Nacional, en agosto de 2014, sus fanáticos seguidores mantienen contacto a
través de la página:
A pesar de su
corta obra, Gombrowicz es para muchos, junto con Joyce y Kafka, uno de los
escritores vanguardistas más importantes del siglo XX. Su estilo crítico, ácido y grotesco, contra toda
forma de identidad colectiva, que entendía como mandato injusto e inevitable
que limitaba la libertad y la capacidad de ser del individuo, despertó el amor
y el odio de sus lectores. De esta manera la identidad nacional y las
tradiciones, historia y literatura de su Polonia natal se transformaron en su
motivo recurrente, y el inicio de sus historias.
Dice Wikipedia:
"Las obras de
Gombrowicz se caracterizan por un profundo análisis psicológico, un cierto
sentido de paradoja, el absurdo, y su tono anti-nacionalista. En 1937 publica su primera novela, Ferdydurke, que
presenta muchos temas que serán explorados y desarrollados en sus posteriores
obras: los problemas de la Inmadurez y la juventud, la tendencia hacia la
Forma, las máscaras que el hombre se coloca frente a los demás, y un crítico e
irónico examen de los papeles de las clases en la sociedad y la cultura
polacas, especialmente de la nobleza, representantes de la Iglesia
Católica y la provincianidad polaca. Ferdydurke provocó
severas reacciones de crítica e inmediatamente dividió a la audiencia de
Gombrowicz en devotos admiradores y acérrimos enemigos. En posteriores novelas
(Pornografía, de 1960, primeramente traducida al castellano con el
título de La Seducción; Cosmos, de 1967) continuará el análisis
de estos problemas, desarrollando un estilo cada vez más libre, deudor al mismo
tiempo de las vanguardias de principios del siglo XX (al igual que su amigo Bruno Schulz) y de los
grandes escritores satíricos europeos (Rabelais, Laurence Sterne)."
Witold Gombrowicz, nace el 4 de agosto de 1904 en Maloszyce, Polonia, y muere en Vence,
Francia el 24 de julio de 1969. Viaja a
la Argentina con un grupo de escritores polacos, unos días antes del estallido
de la segunda guerra mundial, y durante el viaje Alemania invade Polonia, por
lo que decide quedarse en Buenos Aires, donde residirá hasta 1963. Su vida pega un giro digno de sus
escritos. En Europa participaba de la
vida cultural de Varsovia, en cuya universidad había estudiado derecho. Había publicado unos cuentos, sin mucho éxito
pero su "Ferdidurke", le otorga protagonismo por la posición beligerante contra el
nacionalismo de la sociedad polaca.
Vivió al principio en condiciones de extrema pobreza, algo a lo que no
estaba acostumbrado ya que provenía de una familia acomodada, hasta que
conocidos de la comunidad le consiguieron un puesto en el Banco Polaco (donde
escribiría a escondidas su obra "Transatlántico").
Resulta
gracioso que muchos de sus amigos en Argentina, los del Café Rex, no conocían la
importancia del pasado literario del autor, y en un juego digno de La
Vanguardia, realizan una traducción colectiva de su "Ferdidurke", que resultó en un lenguaje complejo e infantil, aunque
mereció de parte de Ernesto Sábato varios elogios y el prólogo de la re-edición
de 1964.
Su obra permaneció censurada hasta finales de los setenta en Polonia,
pero fueron publicadas en polaco en Francia, y distribuídas clandestinamente.
En los años cincuenta "Transatlántico" se presenta en París entusiasmando
a los críticos de teatro, que lo vuelven a poner en valor.
En 1963 recibe una invitación de la Fundación Ford para instalarse en Berlín, en 1964 se muda cerca de París y contrata a Rita Labrosse como secretaria personal, más tarde se casaría con ella. Luego se instala cerca de Niza donde transcurrirá la última etapa de su vida.
En 1963 recibe una invitación de la Fundación Ford para instalarse en Berlín, en 1964 se muda cerca de París y contrata a Rita Labrosse como secretaria personal, más tarde se casaría con ella. Luego se instala cerca de Niza donde transcurrirá la última etapa de su vida.
Su viuda publica en 2013 “Kronos”, un diario íntimo del autor, inédito,
que incluye anotaciones de su vida sexual.
Las obras
de teatro y novelas de Gombrowicz han sido traducidas al inglés, francés, alemán, catalán, español, japonés, checo y rumano.
Obras
·
Ferdydurke -novela de 1937
·
Los Hechizados -novela por entregas de 1939
·
Transatlántico -novela de 1953
·
Yvonne, Princesa de Borgoña -obra de teatro de
1958
·
Pornografía -novela de 1960
·
Diario argentino - Ensayo - Editorial Sudamericana, Buenos Aires (1968)
·
Diario Argentino - 2001 ISBN: 987-9396-61-8
·
Contra los Poetas - conferencia editada en 2009 ISBN: 9788495363480
·
Kronos* - Diario íntimo póstumo con anotaciones de su vida sexual. -
2013 Wydawnictwo Literackie.
En el 2011 su viuda volvió a la Argentina y dialogó con Mauro
Libertella para REVISTA EÑE. Es una nota
breve e interesante que repasa la vida aquí durante los años del exilio, su
relación con los autores míticos de la época; y la experiencia de ella junto
con el autor en Europa y el camino recorrido luego de su muerte.
Rita
Gombrowicz: “Falta una verdadera biografía sobre Witold”
La última esposa de Witold Gombrowicz estuvo nuevamente en Buenos Aires y
habló sobre las peleas del escritor polaco con Victoria Ocampo, Borges, y su
amor por la Argentina.
Por Mauro Libertella
La historia fue repetida hasta el hartazgo, pero
vamos a emularla una vez más. En 1939 una partida polaca llega a Buenos Aires
en una comitiva naviera. Ahí está Witold Gombrowicz, un escritor poco conocido
pero ya extraordinario, al que la guerra lo sorprendería en nuestras costas.
Completamente a la intemperie, se queda en la Argentina por casi 25 años y se
rodea de un grupo de iniciados, discípulos que lo visitan en oscuras piezas de
pensión y en las mesas de confiterias de trasnoche. Gombrowicz le dice a todo
el mundo que es un conde, pero que los enroques de la vida lo han hecho vivir
como un mendigo. En la Confitería Rex traduce, en jornadas oníricas y
plurilingüísticas, su novela icónica, Ferdydurke , para que los “lectores de la
pampa salvaje”, como le gustaba decir, entiendan por fin que estaban ante un
escritor genial.
Durante aquellos años argentinos, Gombrowicz no
se mezcló ni fue a rendirle pleitesías a lo más consagrado del canon nacional
(en ese momento cristalizado en el cuerpo del grupo Sur) y prefirió siempre una
circulación marginal, menor, tangencial. Se rodeó de jóvenes alucinados que lo
veneraron y lo amaron, a los que Gombrowicz los influyó a veces dolorosamente,
y es posible que ese cariño devocional lo haya convencido para quedarse tantos
años en nuestro país. Pasó algunos años en Tandil, y para los jóvenes de esos
lares la llegada de ese tipo alto, de sombrero e impermeable beige, de humor
penetrante y prosa corrosiva, fue un deshielo difícil de dimensionar, un antes
y un después. Esos testimonios están, todos juntos, como en un retrato coral,
en Gombrowicz en Argentina (El Cuenco de Plata, 2009), el libro que organizó su
mujer Rita, que ahora visita Buenos Aires y se junta con nosotros para volver a
hablar de Gombrowicz.
Hay un punto en el que Gombrowicz podría entrar
en sintonía con Luca Prodan: dos extranjeros que llegaron un poco de casualidad
y, con un idioma endeble, casi nonato, entendieron algo de lo argentino que a
todos se nos escapa. Nos enseñaron a leernos, y cambiaron la música y la
literatura argentina desde adentro.
Gombrowicz no sólo modificó la literatura
argentina, sino que la Argentina, por supuesto, lo modificó a él de un modo
profundo, inolvidable. Rita alguna vez recordó: “en julio de 1969, durante los
días finales de su vida, hacía mucho calor en Vence. Witold sufría crisis de
asma. Yo había puesto un ventilador cerca de él. Sus cabellos revoloteaban con
el viento. Para que no recibiera tanto aire le pregunté si quería que lo
apagara. Dejalo, me respondió, esto me hace acordar a la Argentina. Una parte
de su vida se murió en la Argentina”.
¿Cuándo vino usted a la
Argentina por primera vez?
En 1973. Sentía una curiosidad gigante por la
Argentina, porque Gombrowicz me había hablado tanto de la Argentina, de los
amigos. Recibía cartas y tarjetas todo el tiempo. Cuando llegué, el que me guió
fue el primo de él, que vivía acá en Buenos Aires. Esa primera visita fue una
especie de fiesta, porque los amigos sentían unas ganas feroces de evocarlo y
de hablar de él. La relación de estos jóvenes discípulos con él se había
cortado cuando viajó a Berlín, y daba la sensación de que todavía tenían cosas
que hablar con él, temas pendientes. Cuando yo llegué, se largaron a hablar
casi con urgencia. Witold estaba vivo a través de ellos, fue muy impresionante.
Por eso decidí hacer un libro con todo eso.
¿Y cómo fue el proceso de
composición?
Bueno, volví en el otoño del 78 y me quedé siete
meses. Se armó una especie de club, el circus gombrowicz . Todos se
entendían muy bien, había una especie de código secreto y palpable que
compartían. Yo tenía un grabador en el bolso y con eso iba registrando lo que
hablaban. Yo les preguntaba si los podía grabar, y me decían que podía
grabarlos durante semanas hablando de Witold. El provocaba alegría, risas,
ideas; era una suerte de Charles Chaplin, y eso lo vi en sus amigos más jóvenes
de la Argentina. Había gente que quedaba impactada de modo negativo, pero en su
mayoría la sensación era positiva. Lo que era seguro era que no quedabas
indiferente frente a Witold.
¿No pensó en la posibilidad de
entrevistar a gente que no fuera tan cercana ni afín, como la gente del grupo Sur?
Sí, y de hecho lo hice. Cuando vine, Victoria
Ocampo acababa de morir, pero me pude encontrar con Silvina Ocampo. También con
Borges. Tenía una vocecita muy tenue, y me dijo que no había leído a Gombrowicz
y que era un tema que no le concernía. Yo creo que el grupo Sur nunca le
perdonó a Gombrowicz haber escrito en polaco, en una revista polaca, cosas
terribles sobre Sur. Gombrowicz dijo: “yo soy el único que no hice el
peregrinaje hasta Victoria Ocampo porque el olor de sus millones me cae mal”.
¿Qué leía Gombrowicz en sus últimos años? Mucha
filosofía y relatos de guerra, como la toma de Berlín por los rusos. Le
gustaban las biografías de Stalin y los relatos de la Segunda Guerra. A los
escritores como Dostoievski o Thomas Mann ya los conocía de memoria. Leía
también a Heidegger, el estructuralismo, y de lo más contemporáneo leía lo
último de Sartre. Lo último que leyó fue el diario de un polaco. Estaba
acostado en la cama leyéndolo, y yo escuchaba desde el living las risas y los
comentarios. Por lo demás, cuando escribía su obra, le era imposible leer a
otros novelistas.
Usted armó además un proyecto
similar, “Gombrowicz en Europa”. ¿Qué le quedó de esa investigación?
Todo eso fue muy diferente, porque fueron los
años más dolorosos de su vida. El capítulo sobre Berlín fue terrible. Ahí fue
atacado por el régimen comunista, había una campaña feroz contra él. No sé si
por esa causa, pero después de la campaña contra él estuvo dos meses en el
hosptial. Aplicaban métodos para inculcarle miedo, como hacer sonar el teléfono
de la casa cada diez minutos durante todo el día. Y el capítulo sobre Royaumont
fue doloroso de otra manera, porque yo estaba incluida en esa historia. Fue el
lugar donde lo conocí. La escritura de ese libro fue mi verdadero
psicoanálisis.
¿Qué le parece que falta ser
escrito sobre Gombrowicz?
Falta
mucho trabajo todavía. Falta una verdadera y buena biografía, pero según los
criterios de Gombrowicz. Su vida es huidiza, es muy difícil de apresar un
sentido único, si es que lo tiene. En ese sentido, una biografía tradicional
debería basarse sobre todo en documentos comprobables, porque por fuera de eso
la ficción se mezcla íntimamente con la realidad.
¿Witold estuvo escribiendo
algo hasta último momento?
Hasta último momento estuvo escribiendo su
diario. Lo escribía en hojas de resma blanca, nunca tenía cuaderno, nunca tenía
lapicera, nunca tomaba notas, nunca tenía diccionario. Escribía con una parker
en esas hojas blancas. En los últimos meses dijo “ya no sé qué escribir”. Se le
ocurrió un día una obra de teatro, de un hombre que vive con una mosca enferma.
No la escribió. Hay un pintor lituano, que me escuchó decir esto en algun lado,
y que hace diez años trata de concretar en pintura esa idea. Tiene una larga
serie que se llama “Gombrowicz y las moscas”, así que me gusta pensar que de
algún modo la obra finalmente fue escrita.
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