En un artículo anterior hablamos – Homo Narrator - sobre las cuatro posibilidades en las que podemos encuadrar una narración de cuentos, que repasando, son:
(I) la lectura en voz alta del texto, directamente como la escribió el autor.
(II) La narración objetiva por parte del relator, realizando simplemente una adaptación para la oralidad, una conversión del texto que inicialmente fuera escrito para ser leído a una forma coloquial, sin por eso en su acción, despreciar el resto de los recursos de la narración, - como son el uso de onomatopeyas y otros recursos de la voz, efectos especiales, música, composición de personajes, etc, - a la hora de la ejecución.
(III) La
narración subjetiva por parte del relator, en donde de alguna manera opina –
es decir hace su propia lectura – acerca de lo que les sucede a los personajes,
interpreta lo que sienten, cómo lo sienten y refuerza en la figura del narrador
en tanto personaje, su postura frente a lo que se narra. Siempre entendiendo que la adaptación que se
hace del material de base – el acto de pasar un texto escrito para ser leído a
la oralidad constituye siempre una adaptación – no desvirtúa lo plasmado por el
autor y que la intervención que hace el narrador se sostiene en los puntos
ciegos del cuento. Aunque a partir de aquí,
y si quien posee los derechos nos lo permite, valen tambien las adaptaciones
libres.
(IV) La dramatización completa del cuento, ya en un formato netamente teatral.
Si bien esta clasificación nos permite organizar nuestro abordaje a la actividad de narrar, dirigirla o realizar un análisis crítico del objeto observado, no necesariamente se presenta en un formato puro.
Ya que existen narraciones orales en donde el narrador vuelve cada tanto a la lectura de su guión. Narraciones colectivas, en donde se reparten las funciones de los narradores sin llegar a la dramatización, pero que tienen una puesta en escena que resuelve prolijamente el espacio. Lecturas colectivas que se acercan, o no, al teatro leído. Como también la puesta del cuento como un gran monologo con un interesante despliegue por parte del narrador, donde aquí también podría entrar el kamishibai.
Como ejemplo de esta primer entrega, compartimos algunos de los trabajos de Hernan Casciari.
Hernán Casciari nació en Mercedes, Buenos Aires, en 1971. Fundó la Editorial Orsai y dirige la revista Orsai (crónica periodística) y la revista Bonsai (infantil). Publicó las novelas El pibe que arruinaba las fotos y Más respeto que soy tu madre; los libros de cuentos España decí alpiste, El nuevo paraíso de los tontos, Charlas con mi hemisferio derecho, Messi es un perro y otros cuentos y El mejor infarto de mi vida; y los libros de historietas Doce cuentos de verano junto a Horacio Altuna y Papelitos. Un libro infantil para entender la crisis financiera junto a Gustavo Sala. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas. El 30 septiembre de 2010 renunció públicamente a las editorales Mondadori, Plaza & Janés, Grijalbo y Sudamericana, y a los periódicos El País (España) y La Nación (Argentina), para embarcarse en proyectos autogestivos.
En estos videos, podemos ver cómo, el narrador,
que también es autor de sus textos, los organiza aparentemente desde un
principio en un formato coloquial, tal como hacía en algunos de sus cuentos Elsa
Bornemann – presuponiendo que los adultos los leerían en voz alta a sus pequeños
– lo que permite que se ablande e intensifique la comunicación entre el ejecutante
y su público. En tanto que para el
narrador, tener el permiso de volver al papel para leer, le permite no perder
ninguna parte del guión que pretendía relatar.
¿En cual categoría clasificarían a estos relatos?
Para conocer más a Hernán Casciari, les dejo los datos de su página web, de donde extrajimos los datos de su biografía.
Posee también una cuenta en youtube, en donde pueden escuchar todos los cuentos que lleva relatando desde 2012 en los distintos programas de radio de los que viene participando.
https://www.youtube.com/channel/UCZCeYKEH5tT3NOAhDsPIHsA
Que lo disfruten.
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