El actor no se disfraza de Personaje sino que lo viste y lo encarna.
Muchas veces nos parece fácil
vestir a un personaje, tanto, que a menudo en las muestras de los talleres o en
las producciones de bajo costo, generalmente en cooperativas, la tarea queda
bajo la responsabilidad de cada actor y no se le dedica mucho tiempo grupal –
en comparación al que se dedica a otras áreas -, vinculado al intercambio de
opiniones acerca de este tema, quiero decir, otros aspectos, generan
expectativas, como por ejemplo cómo va a ser la escenografía o con qué objetos
se contará para llevar adelante las acciones, así es que a último momento y
casi al mismo tiempo que el público descubrimos como se verán los parteneres en
el escenario o experimentamos las limitaciones de movimientos producidos por la
ropa con la que no pudimos ensayar.
Independientemente de las
posibilidades de concretarla, el actor tiene idea de cómo se vería su personaje
en la obra, a medida que lo construye.
Un vestuario para teatro tiene
la particularidad de que generalmente cada personaje tiene pocos o ningún
cambio de ropa, en comparación con el de cine o televisión. En estos últimos casos deberíamos pensar en
el guardarropa del personaje, aunque un buen ejercicio para definir el
vestuario que debería usar, es pensar todo el placard que el personaje tiene, o
podría tener.
Entonces, si no vamos a contar
con el especialista, deberíamos revisar los siguientes ítems.
El vestuario del personaje, ya
comienza a hablar por él, antes de que se exprese con palabras o con
gestos. La forma de vestirse, de
calzarse la ropa, la oportunidad en que viste lo que viste; el color, la
textura, el diseño, sus detalles y sus accesorios, denotan aspectos del
personaje que inclusive pueden estar disociados con el tenor de la escena que
se desarrolla, pero revelan aspectos ocultos y permite comunicar al espectador,
un abanico de motivos psicológicos (y también físicos) que rodean al sujeto en
cuestión y anticipan las posibles situaciones que se vivirán cada vez que este
participe en alguna escena.
Independientemente de sus
necesidades – si bien el vestuario hace al personaje como el hábito hace al
monje – debe contemplarse el Diseño de Arte completo de la obra. El vestuario debe comunicar la esencia del
personaje y también ser funcional al Arte de la Obra, de manera que esta
conserve el valor estético buscado, sin crear disonancias no deseadas, no solo
entre los otros personajes, sino también con el resto de los planos artísticos que
la integran como la escenografía y la iluminación.
Generalmente, para concebir el
diseño de arte, se trabaja con una paleta de colores tratando de generar climas
o de recordar épocas o de generar códigos entre la escena y el espectador.
La Iluminación es primordial
en este aspecto porque la utilización de haces de colores, distorsiona los
colores originales de los objetos en escena.
Por lo tanto, este no será un aspecto menor a tener en cuenta.
Para crear vestuarios de época
o expresionistas será necesario recurrir a la investigación tanto de lo que se
usaba en el tiempo en el que queremos (o debemos) ambientar la obra, como en la
forma de construirlos. Más allá de las herramientas que nos ofrece la
tecnología hoy en día, sería conveniente tener conocimientos de historia del
arte, en donde podamos bucear para encontrar los nombres de pintores, escultores,
autores, fotógrafos o diseñadores que más se acerquen a lo que buscamos.
Pero qué pasa cuando el
vestuario es realista y de época actual, cómo marcamos la diferencia. Ahondar en el perfil
psicológico del personaje, y en el conocimiento de la cultura en la que se
formó, y la de sus grupos de pertenencia, y de las expectativas de
participación en ellos o en otros diferentes a los que pertenece, parecería que
nos permitirían arribar a una idea de la ropa que le gustaría usar y de aquella
a la que a pesar de todo debe usar, detectando y revelando el valor simbólico
del vestuario. En este sentido, el vestuario no tiene necesariamente que ser bello, sino
llegar al centro de los personajes, creando una atmósfera.
Si las piezas del vestuario no van a revelarse completamente, es posible
la utilización de fragmentos de piezas como ser cuellos o pecheras o botamangas
en lugar de la prenda completa.
Cuando se habla de vestuario,
este incluye las joyas, y todo tipo de accesorios, además de la zapatería y los cascos, es decir, la
utilización de tocados, sombreros, pelucas, postizos o peinados.
También se deberá contemplar
que resulte cómodo o funcional a los movimientos que deberá realizar el actor para
la interpretación de su personaje, como a los cambios de vestuario que deben
hacerse en velocidad.
Transcribimos a continuación un reportaje realizado por Malva Marani a la vestuarista Roberta Pesci, para el sitio Todo Shows, que en forma sintética desarrolla la complejidad de su tarea.
LOS SECRETOS DE
VESTIR UN PERSONAJE
Martes 07 de
Octubre de 2014 | 08:01
Roberta Pesci, diseñadora de vestuario explica cómo trabaja la apariencia
de los protagonistas de películas y publicidades. La experiencia, la
observación de las tribus y el mensaje de la ropa en la vida cotidiana.
Por Malva Marani
Cuando no disfruta del trabajo en
equipo que ella misma pregona para el mundo del cine, Roberta Pesci realiza un
ejercicio cotidiano para darles texturas, colores y formas a sus personajes.
Cada vez que la chicharra del subte anuncia la partida, la Roberta de hoy le da
pie a la joven que se pensaba socióloga –y no presagiaba una carrera de 16 años
como diseñadora de vestuario en el mundo del séptimo arte– y se dedica
apasionadamente a descifrar los universos de cada pasajero. "Observo a las
personas. Empiezo por los zapatos y, mientras voy subiendo, me voy imaginando
qué hará cada uno con sus vidas: '¿De qué trabajará?, ¿Tendrá hijos?, ¿Hará
deporte?' Es fabuloso y tiene algo del efecto contrario a lo que hago cuando me
dan un personaje y soy yo la que lo tengo que armar", define.
–¿En qué consiste tu trabajo?
–Todo comienza al recibir el guión.
Uno lo lee y tiene el primer encuentro con el director que te cuenta qué
película tiene él en la cabeza, porque un guión es como un libro y a todos nos
dispara ideas diferentes. A partir de eso, le armo una devolución, que puede
ser con dibujos, tejidos, imágenes de referencia, paleta de colores… Y así voy
armando personaje por personaje. Y, como para mí, en el cine lo más importante
es el trabajo en equipo, me gusta reunirme con el actor antes de la prueba de
vestuario. Le cuento lo que tengo pensado para su personaje y él me cuenta lo
que había imaginado. Yo le doy la caparazón al personaje pero el actor le da el
alma; por eso tenemos que trabajar juntos para lograrlo. Después de la
devolución gráfica, se trabaja junto a la producción el tema del presupuesto y,
una vez que ya se tiene todo armado, se hace la prueba de vestuario.
–¿Cómo te documentás para elegir el vestuario de tus personajes?
–Hago todo lo que se me ocurra,
porque la realidad es que no viví todos los mundos que me tocan realizar. A
veces el mundo me es ajeno y lo desconozco, pero quizás si es de abogados, me
voy a Tribunales, me siento en el barcito, camino por las calles de la zona…
Claro que están los libros y también Internet, pero está bueno escuchar y
observar a la gente real de ese mundo; porque hay una visión más cliché, más
obvia, la que uno ve, y después hay una segunda vuelta en la que empezás a
encontrar pequeñas sutilezas, quizás más chiquitas y menos obvias pero que arman
realmente a un personaje.
–¿Cuál es la diferencia entre
trabajar en cine y publicidad?
–Una película es un trabajo más
evolutivo: empieza desde una base y va hacia un punto concreto, como si fuera
una pirámide, y para llegar a ese fin trabajamos todos en común. El personaje
va teniendo cambios, va evolucionando, y eso no sucede en la publicidad, que
tiene otros tiempos y propone otro desafío: lograr que, en muy poco tiempo, se
pueda decodificar quién es el personaje.
–¿Cuándo te sentís conforme con una realización?
–Hay un momento de felicidad, que es
cuando logro visualizar por primera vez el personaje, desde que recibo el
guión. Porque hay algunos que surgen más fácilmente y otros que quizás termino
de armarlos en la prueba de vestuario. Capaz estoy seis meses pensando hasta
que un día me levanto y, en un momento mágico, sé por dónde tengo que ir.
La trayectoria de 16 años que
felizmente asume Roberta –que tiene 39– incluye trabajos en cortos, publicidad
y teatro, aunque sobresalga su labor en más de 40 películas, que van desde La
edad del sol –el primer largometraje en el que participó, en el ’99, como
meritoria– hasta más actuales como El crítico –la obra de Hernán Guerschuny
nominada a mejor opera prima por los Premios Sur– y atraviesan directores de la
talla de Daniel Burman, Ana Katz o Damián Szifron. Para la directora de
vestuario, que disfruta de todos los lenguajes para incorporar personajes y
mundos que quién sabe cuándo podrían requerir de su vestuario, no hay mejor
ejercicio que leer las prendas de sus compañeros de viajes o de los vecinos de
mesa del bar, y descifrar sus historias.
–Y tu ropa, ¿qué dice de vos?
–En casa de herrero, cuchillo de
palo. Creo que me he ido simplificando un poco… Me acuerdo que, en todo mi
período de universitaria, nunca usé un pantalón. Para mí, el jean era una
prenda sumamente incómoda, poco funcional, dura, estándar… Y, hoy, creo que si
puedo estar todo el día con un jean y una remera es una solución buenísima. Mi
cabeza se ha ido simplificando: hoy voy por lo cómodo, por lo simple.
Muy interesante...hay que ser creativos !!!
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