viernes, 24 de octubre de 2014

El Vestuario de los Personajes



El actor no se disfraza de Personaje sino que lo viste y lo encarna.

Muchas veces nos parece fácil vestir a un personaje, tanto, que a menudo en las muestras de los talleres o en las producciones de bajo costo, generalmente en cooperativas, la tarea queda bajo la responsabilidad de cada actor y no se le dedica mucho tiempo grupal – en comparación al que se dedica a otras áreas -, vinculado al intercambio de opiniones acerca de este tema, quiero decir, otros aspectos, generan expectativas, como por ejemplo cómo va a ser la escenografía o con qué objetos se contará para llevar adelante las acciones, así es que a último momento y casi al mismo tiempo que el público descubrimos como se verán los parteneres en el escenario o experimentamos las limitaciones de movimientos producidos por la ropa con la que no pudimos ensayar. 
Independientemente de las posibilidades de concretarla, el actor tiene idea de cómo se vería su personaje en la obra, a medida que lo construye. 
Un vestuario para teatro tiene la particularidad de que generalmente cada personaje tiene pocos o ningún cambio de ropa, en comparación con el de cine o televisión.  En estos últimos casos deberíamos pensar en el guardarropa del personaje, aunque un buen ejercicio para definir el vestuario que debería usar, es pensar todo el placard que el personaje tiene, o podría tener. 
Entonces, si no vamos a contar con el especialista, deberíamos revisar los siguientes ítems. 
El vestuario del personaje, ya comienza a hablar por él, antes de que se exprese con palabras o con gestos.  La forma de vestirse, de calzarse la ropa, la oportunidad en que viste lo que viste; el color, la textura, el diseño, sus detalles y sus accesorios, denotan aspectos del personaje que inclusive pueden estar disociados con el tenor de la escena que se desarrolla, pero revelan aspectos ocultos y permite comunicar al espectador, un abanico de motivos psicológicos (y también físicos) que rodean al sujeto en cuestión y anticipan las posibles situaciones que se vivirán cada vez que este participe en alguna escena. 
Independientemente de sus necesidades – si bien el vestuario hace al personaje como el hábito hace al monje – debe contemplarse el Diseño de Arte completo de la obra.  El vestuario debe comunicar la esencia del personaje y también ser funcional al Arte de la Obra, de manera que esta conserve el valor estético buscado, sin crear disonancias no deseadas, no solo entre los otros personajes, sino también con el resto de los planos artísticos que la integran como la escenografía y la iluminación. 
Generalmente, para concebir el diseño de arte, se trabaja con una paleta de colores tratando de generar climas o de recordar épocas o de generar códigos entre la escena y el espectador. 
La Iluminación es primordial en este aspecto porque la utilización de haces de colores, distorsiona los colores originales de los objetos en escena.  Por lo tanto, este no será un aspecto menor a tener en cuenta.  
Para crear vestuarios de época o expresionistas será necesario recurrir a la investigación tanto de lo que se usaba en el tiempo en el que queremos (o debemos) ambientar la obra, como en la forma de construirlos. Más allá de las herramientas que nos ofrece la tecnología hoy en día, sería conveniente tener conocimientos de historia del arte, en donde podamos bucear para encontrar los nombres de pintores, escultores, autores, fotógrafos o diseñadores que más se acerquen a lo que buscamos. 
Pero qué pasa cuando el vestuario es realista y de época actual, cómo marcamos la diferencia.  Ahondar en el perfil psicológico del personaje, y en el conocimiento de la cultura en la que se formó, y la de sus grupos de pertenencia, y de las expectativas de participación en ellos o en otros diferentes a los que pertenece, parecería que nos permitirían arribar a una idea de la ropa que le gustaría usar y de aquella a la que a pesar de todo debe usar, detectando y revelando el valor simbólico del vestuario.  En este sentido, el vestuario no tiene necesariamente que ser bello, sino llegar al centro de los personajes, creando una atmósfera. 
Si las piezas del vestuario no van a revelarse completamente, es posible la utilización de fragmentos de piezas como ser cuellos o pecheras o botamangas en lugar de la prenda completa. 
Cuando se habla de vestuario, este incluye las joyas, y todo tipo de accesorios, además de la  zapatería y los cascos, es decir, la utilización de tocados, sombreros, pelucas, postizos o peinados. 
También se deberá contemplar que resulte cómodo o funcional a los movimientos que deberá realizar el actor para la interpretación de su personaje, como a los cambios de vestuario que deben hacerse en velocidad.



Transcribimos a continuación un reportaje realizado por Malva Marani a la vestuarista Roberta Pesci, para el sitio Todo Shows, que en forma sintética desarrolla la complejidad de su tarea.


LOS SECRETOS DE VESTIR UN PERSONAJE
Martes 07 de Octubre de 2014 | 08:01
Roberta Pesci, diseñadora de vestuario explica cómo trabaja la apariencia de los protagonistas de películas y publicidades. La experiencia, la observación de las tribus y el mensaje de la ropa en la vida cotidiana. 
Por Malva Marani
Cuando no disfruta del trabajo en equipo que ella misma pregona para el mundo del cine, Roberta Pesci realiza un ejercicio cotidiano para darles texturas, colores y formas a sus personajes. Cada vez que la chicharra del subte anuncia la partida, la Roberta de hoy le da pie a la joven que se pensaba socióloga –y no presagiaba una carrera de 16 años como diseñadora de vestuario en el mundo del séptimo arte– y se dedica apasionadamente a descifrar los universos de cada pasajero. "Observo a las personas. Empiezo por los zapatos y, mientras voy subiendo, me voy imaginando qué hará cada uno con sus vidas: '¿De qué trabajará?, ¿Tendrá hijos?, ¿Hará deporte?' Es fabuloso y tiene algo del efecto contrario a lo que hago cuando me dan un personaje y soy yo la que lo tengo que armar", define.
–¿En qué consiste tu trabajo?
–Todo comienza al recibir el guión. Uno lo lee y tiene el primer encuentro con el director que te cuenta qué película tiene él en la cabeza, porque un guión es como un libro y a todos nos dispara ideas diferentes. A partir de eso, le armo una devolución, que puede ser con dibujos, tejidos, imágenes de referencia, paleta de colores… Y así voy armando personaje por personaje. Y, como para mí, en el cine lo más importante es el trabajo en equipo, me gusta reunirme con el actor antes de la prueba de vestuario. Le cuento lo que tengo pensado para su personaje y él me cuenta lo que había imaginado. Yo le doy la caparazón al personaje pero el actor le da el alma; por eso tenemos que trabajar juntos para lograrlo. Después de la devolución gráfica, se trabaja junto a la producción el tema del presupuesto y, una vez que ya se tiene todo armado, se hace la prueba de vestuario.

–¿Cómo te documentás para elegir el vestuario de tus personajes?
–Hago todo lo que se me ocurra, porque la realidad es que no viví todos los mundos que me tocan realizar. A veces el mundo me es ajeno y lo desconozco, pero quizás si es de abogados, me voy a Tribunales, me siento en el barcito, camino por las calles de la zona… Claro que están los libros y también Internet, pero está bueno escuchar y observar a la gente real de ese mundo; porque hay una visión más cliché, más obvia, la que uno ve, y después hay una segunda vuelta en la que empezás a encontrar pequeñas sutilezas, quizás más chiquitas y menos obvias pero que arman realmente a un personaje.
–¿Cuál es la diferencia entre trabajar en cine y publicidad?
–Una película es un trabajo más evolutivo: empieza desde una base y va hacia un punto concreto, como si fuera una pirámide, y para llegar a ese fin trabajamos todos en común. El personaje va teniendo cambios, va evolucionando, y eso no sucede en la publicidad, que tiene otros tiempos y propone otro desafío: lograr que, en muy poco tiempo, se pueda decodificar quién es el personaje.

–¿Cuándo te sentís conforme con una realización?
–Hay un momento de felicidad, que es cuando logro visualizar por primera vez el personaje, desde que recibo el guión. Porque hay algunos que surgen más fácilmente y otros que quizás termino de armarlos en la prueba de vestuario. Capaz estoy seis meses pensando hasta que un día me levanto y, en un momento mágico, sé por dónde tengo que ir.
La trayectoria de 16 años que felizmente asume Roberta –que tiene 39– incluye trabajos en cortos, publicidad y teatro, aunque sobresalga su labor en más de 40 películas, que van desde La edad del sol –el primer largometraje en el que participó, en el ’99, como meritoria– hasta más actuales como El crítico –la obra de Hernán Guerschuny nominada a mejor opera prima por los Premios Sur– y atraviesan directores de la talla de Daniel Burman, Ana Katz o Damián Szifron. Para la directora de vestuario, que disfruta de todos los lenguajes para incorporar personajes y mundos que quién sabe cuándo podrían requerir de su vestuario, no hay mejor ejercicio que leer las prendas de sus compañeros de viajes o de los vecinos de mesa del bar, y descifrar sus historias.
–Y tu ropa, ¿qué dice de vos?
–En casa de herrero, cuchillo de palo. Creo que me he ido simplificando un poco… Me acuerdo que, en todo mi período de universitaria, nunca usé un pantalón. Para mí, el jean era una prenda sumamente incómoda, poco funcional, dura, estándar… Y, hoy, creo que si puedo estar todo el día con un jean y una remera es una solución buenísima. Mi cabeza se ha ido simplificando: hoy voy por lo cómodo, por lo simple. 

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