domingo, 6 de enero de 2013

A Escribir!

Escribir teatro en estos tiempos que corren tiene sus ventajas y sus desventajas. 
Como ventajas podemos señalar que la posibilidad de escribir, desde lo formal es infinitamente amplia., considerando que desde sus inicios allá por el seiscientos antes de Cristo, hasta fines del siglo XVIII y mordiendo el XIX, no se concebía la escritura si no era en verso – El teatro isabelino se escribía con versos blancos, la moda del momento, pero versos al fin.  La explosión de estilos y movimientos artísticos producidos a partir de fines del siglo XIX y durante el siglo XX en respuesta y/o competencia con la tecnología en desarrollo que multiplica los medios en que se transmiten las formas de contar las historias o la llegada al público consumidor, generando también un cambio de paradigma en el espectador como tal, no solo nos permite escribir en prosa, sino que tampoco es necesario escribir diálogos, basta con que lo que queramos contar esté expresado en imágenes, acciones, climas, para dejar que de ahí en más se arregle el director con la puesta en escena. 
La desventaja es que es conveniente tener un manejo de las técnicas de actuación desarrolladas desde Stanislavski para acá.  Ahora es necesario que el autor esté más cerca del escenario, adentro para decir mejor, conociendo lo que les pasa a sus personajes, ya no desde lo que dicen sino desde lo que sienten y desde lo que no se atreven a decir.  Entonces el desafío es construir silencios conflictivos no carentes de ritmo. 
Quizás los mayores de cuarenta años tengamos que luchar con el preconcepto “de lo que tienen que decir los personajes” para que la obra de un autor sea interesante.  La escuela nos ha enseñado que hacer teatro, era decir bien un texto y escribirlo, hacer literatura.  No está errado el concepto, sino que estaba fuera de época y esta se corresponde con la que para la formación del actor era necesario estudiar oratoria y declamación.  No muy lejos en el tiempo, todavía quedan grandes actores con esa formación. 
Volviendo a las ventajas, es entonces que los autores han pasado a llamarse dramaturgos. 
La dramaturgia es la acción y efecto de crear, componer, escenificar y representar una obra, convirtiéndolo en espectáculo teatral.  Su objetivo es dar una estructura de sentido al trabajo de los actores en el espacio incluyendo el diálogo que estos pronuncian.  Dicho de otro modo, es el diseño de una historia de acuerdo con los elementos específicos del teatro
El concepto actual, surge de la labor de Gotthold Ephraim Lessing, que vivió en Alemania entre 1729 y 1781 y que al hacerse cargo de la dirección del Teatro Nacional de Hamburgo comenzó una serie de trabajos que incluían la elección de las obras, su traducción, y la crítica de las puestas y la actuación. 
Comienza a plantearse aquí si el teatro debe ser parte de la Literatura. 
Antonin Artaud piensa que el teatro debería escribirse con un idioma propio, como la música, por lo que entonces no habría dudas acerca de su independencia. 
En los años sesenta, del siglo XX, surge principalmente en Francia la Teatrología, una disciplina que echa mano a la semiótica para estudiar el hecho teatral.  Más tarde, extiende su marco de análisis al del contexto de la sociedad dentro de la cual se efectúa el montaje escénico. 
Teóricos como el chileno Juan Villegas han impulsado los estudios de la teatralidad bajo el supuesto de que el teatro es fundamentalmente una práctica cultural y social:   El estudio de la teatralidad social abarca dos grandes áreas, la que implica la descripción de conductas y gestualidades sociales como procesos de teatralización y la que requiere el análisis de sus modos de representación en la literatura, la arquitectura, la pintura, el cine, la fotografía, el teatro, etc. 
Con el postmodernismo, comprendemos que cada obra en particular responde a una estructura particular, en la medida que descubramos cual es dicha estructura podremos obtener una familia de obras de escritura simplificada gracias al modelo. 
Siempre hubo un interés por entender cómo debía escribirse una obra de teatro, y desde Aristóteles en adelante encontramos distintas preceptivas para lograrlo. 
Existen consejos, reglas, fórmulas, para escribir cada uno de los géneros, de las cuales algunas iremos viendo aquí.  Es cierto que cuando se descubre una regla y se toma conciencia de ella, ya hay artistas dispuestos a transgredirla para demostrar que también se puede escribir más allá de ella.  La historia del arte es una suerte de opuestos: Un concepto periférico va ocupando un centro hasta que se produce su saturación o se canoniza, es entonces cuando los artistas de la próxima generación buscan diferenciarse rescatando un nuevo o antiguo objeto periférico para construir un nuevo centro.  Y que cuando escribimos con fórmulas, existe el peligro de que se note la costura, o de que el producto sea solo una suma de ejercicios.  Por lo que sugerimos dejarnos llevar por lo que nos interese en ese momento y utilicemos la batería de fórmulas para el momento de la corrección. 
Las historias pueden tener origen en un cuento, anécdota o hecho real, en las que encontraremos un recorrido para contarlas, es importante entonces tener primeramente un final, para saber hacia adonde vamos.  Es muy frustrante tener un amplio, amplísimo material, y no poder darle un cierre adecuado que esté a la altura del contenido desarrollado.  O pueden ser el producto de un proceso autopoiético de imágenes.  Una imagen dispara la siguiente u otra que podría ubicarse en un momento anterior y se van acoplando generando una idea que puede ser abierta para que la cierre el público o no. 
Cuando el punto de partida es un concepto, la obra pedirá texto, ya que un concepto debe explicarse, y el autor lo hará a través del discurso de sus personajes.   Cuando el punto de partida es una imagen, la construcción de la obra se orientará hacia las sensaciones a transmitir y exigirá de los actores un compromiso corporal alto antes que oral.   Y usualmente un mejor presupuesto para la puesta. 
Según Maurcio Kartún, las tres excusas más usadas para escribir en oposición “al cuentito”, son la metáfora, la paradoja y la metonimia. 
Metáfora, es el desplazamiento de significado entre dos términos con una finalidad estética, consiste en un tipo de analogía o asociación entre elementos que comparten alguna similitud de significado para sustituir a uno por el otro en una misma estructura. Una metáfora expone dos cosas en conjunto que permiten la sugerencia a compararse e interpretarse como un solo concepto.  Es la transferencia de un nombre de una cosa a otra. 
Paradoja, es una figura de trabajo que consiste en desarrollar una línea contradictoria, o un planteo absurdo que se presenta con apariencia de verdadero.  
Metonimia, consiste en la extrapolación de un concepto a partir de la sugerencia de alguna de sus partes. 
Para Ricardo Halac, las obras versan alrededor de por lo menos dos aspectos de los cuatro que se enuncian a continuación: lo social, lo político, lo familiar y lo privado. 
Para finalizar, el conocimiento de la estructura dramática y sus elementos, tal como están desarrollados en este blog, son básicos para la construcción y análisis de cualquier escena.

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