miércoles, 28 de febrero de 2018

Efemérides - ADOLPHE APPIA - Nonagenario de su fallecimiento

"…para medir el espacio, nuestro cuerpo tiene necesidad del tiempo.
La duración de nuestros movimientos mide pues su extensión.
Nuestra vida crea el espacio y el tiempo, el uno para el otro.
Nuestro cuerpo viviente es la Expresión del Espacio durante el tiempo, y del tiempo en el espacio.
Adolphe Appia.  “La obra de arte viviente”


Adolphe Appia es uno de los forjadores del teatro actual, tal como lo concebimos.  Sus teorías sobre el espacio escénico y la luz, hicieron que se destacara como escenógrafo e iluminador.  No obstante su acercamiento a las artes vino por el lado de la música.

Nacido en Ginebra, Suiza, el primero de septiembre de 1862, de profesión arquitecto, era hijo del médico Louis Appia – cofundador del Comité de los Cinco, antecedente de la Cruz Roja Internacional – estudió también música en esa ciudad, y desde los veinte años asistió a los conservatorios de París, Leipzig y Dresde, quedando prendado de los dramas wagnerianos y de las ideas de Wagner sobre el “Teatro Total”.  


Fue en Bayreuth en 1882, luego de ver Parsifal, que comenzó a darse cuenta de que el espacio,  no acompañaba a la complejidad de la música y por lo tanto impedía cumplirse la teoría del teatro desarrollada por Wagner.  Comenzó así a revisar la estética del compositor alemán y plantea en 1891 tres propuestas escenográficas para “El anillo del nibelungo”, “Los maestros de Nuremberg” y “Tristán e Isolda”, rechazando los telones pintados (usados desde el renacimiento) y la reproducción de la naturaleza (a la manera de la corriente Naturalista, imperante por esa época) proponiendo espacios tridimensionales con sectores en distintas alturas y sin referencias específicas.  Como resultado de su trabajo, publica en 1895 “La puesta en escena del drama wagneriano” y en 1899 “La música y la puesta en escena”.  En este último además de lo ya expuesto, desarrolla la idea de que la iluminación unificaba la imagen del escenario, recortándolo, construyendo sombras, climas, y realzando la acción de los personajes o a la música, amplificando los efectos.  Para permitir esto, era necesario que la iluminación fuera móvil y/o desplazable de acuerdo con las necesidades del espectáculo; recordemos aquí que la iluminación eléctrica estaba haciendo su aparición en estos tiempos y otorgaba posibilidades antes inimaginables.  Appia fue pionero en ver las posibilidades que ofrecía la novedad.

En mayo de 1906 conoce a Emile Jaques-Dalcroze, en una demostración de “Gimnasia Rítmica” – un método para la enseñanza de la música a partir del uso del cuerpo, creado por el austríaco – y le escribe una carta diciendo que había descubierto en su método la solución al problema de la “exteriorización de la música”.  Para sumarse a la investigación y desarrollo del sistema de ejercicios, participa junto a otras figuras destacadas de la creación del Instituto Jaques-Dalcroze en Hellerau, cerca de Dresde, Alemania.  Entre 1909 y 1910 dará a luz los “Espacios Rítmicos”, una serie de composiciones espaciales para albergar los ejercicios musicales, cuyo objetivo era hacer consciente al alumno de sus facultades, y ponerle en posesión de sus ritmos físicos y naturales, incorporándolos a partir de una experiencia corporal.  Los movimientos se practicaban en un entorno arquitectónico-escenográfico determinado, compuesto por escalones, rampas y elementos en el plano horizontal.


Entre 1911 y 1919, dentro del marco del Instituto, diseña la escenografía de los espectáculos “Orfeo y Eurídice”, “Fete de juin”, y el ballet “Eco y Narciso”.  Durante 1914 participó junto a Edward Gordon Craig, otro colega con el que compartía los mismos criterios de uso del espacio escénico, en la exposición interncional de Zurich.  Para ambos el escenario es un instrumento en donde la escenografía determina su uso como tal y (el actor crea el espacio a través de su temporalidad rítmica).  El espacio escénico es más que la línea de implantación escenográfica, es una totalidad en la que se muestra el trabajo del actor y se desarrolla el espectáculo. 


En 1921, publica “La obra de arte viviente” que resume sus teorías y define al rol del director por encima del resto del equipo que trabaja en la consecución del hecho teatral, remarcando que su principal preocupación debe ser el trabajo del actor, su movimiento y la palabra.  En sus diseños se evidencian los efectos a conseguir con la luz, sobre el actor y la escena,  desde escenografías planteadas a partir de plataformas ubicadas a distintas alturas.

El actor dibuja entonces sobre el espacio su interpretación física, sometida a un ritmo determinado en un espacio neutro, desprovisto de falsas perspectivas, dotado finalmente de elementos evocadores, ascéticos y en cierto modo narrativos.

En 1923 dirigió “Tristan e Isolda” en la Scala de Milàn.  Al año siguiente para el Theatre de Bale “El Oro del Rhin” y en 1925 “Las Valquirias”.  El poco éxito de estas puestas lo hizo alejarse del teatro, no sin dejar abundante material, en algunos casos aún inédito, y participó de tres exposiciones mundiales, Amsterdam y Londres en 1922 y Magdeburgo en 1927, que permitieron dar a conocer sus ideas.

Fallece el 29 de febrero de 1928

Fuente
Nexo Teatro – Adolphe Appia
Wikipedia – Adolphe Appia
Vitruvius Revista de Arquitectos
Magdalena Reches
http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/11.122/3449
Marina Dias

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