"…para
medir el espacio, nuestro cuerpo tiene necesidad del tiempo.
La
duración de nuestros movimientos mide pues su extensión.
Nuestra
vida crea el espacio y el tiempo, el uno para el otro.
Nuestro
cuerpo viviente es la Expresión del Espacio durante el tiempo, y del tiempo en
el espacio.
Adolphe Appia. “La obra de arte viviente”
Adolphe Appia es uno de los forjadores del teatro actual, tal como lo
concebimos. Sus teorías sobre el espacio
escénico y la luz, hicieron que se destacara como escenógrafo e iluminador. No obstante su acercamiento a las artes vino
por el lado de la música.
Nacido en Ginebra, Suiza, el primero de septiembre de 1862, de
profesión arquitecto, era hijo del médico Louis Appia – cofundador del Comité de
los Cinco, antecedente de la Cruz Roja Internacional – estudió también música
en esa ciudad, y desde los veinte años asistió a los conservatorios de París,
Leipzig y Dresde, quedando prendado de los dramas wagnerianos y de las ideas de Wagner sobre el “Teatro Total”.
Fue en Bayreuth en 1882, luego de ver Parsifal, que comenzó a darse
cuenta de que el espacio, no acompañaba
a la complejidad de la música y por lo tanto impedía cumplirse la teoría del
teatro desarrollada por Wagner. Comenzó
así a revisar la estética del compositor alemán y plantea en 1891 tres
propuestas escenográficas para “El anillo del nibelungo”, “Los maestros de
Nuremberg” y “Tristán e Isolda”, rechazando los telones pintados (usados desde
el renacimiento) y la reproducción de la naturaleza (a la manera de la
corriente Naturalista, imperante por esa época) proponiendo espacios
tridimensionales con sectores en distintas alturas y sin referencias
específicas. Como resultado de su trabajo, publica en 1895 “La
puesta en escena del drama wagneriano” y en 1899 “La música y la puesta en
escena”. En este último además de lo ya
expuesto, desarrolla la idea de que la iluminación unificaba la imagen del
escenario, recortándolo, construyendo sombras, climas, y realzando la acción de
los personajes o a la música, amplificando los efectos. Para permitir esto, era necesario que la
iluminación fuera móvil y/o desplazable de acuerdo con las necesidades del
espectáculo; recordemos aquí que la iluminación eléctrica estaba haciendo su
aparición en estos tiempos y otorgaba posibilidades antes inimaginables. Appia fue pionero en ver las posibilidades
que ofrecía la novedad.
En mayo de 1906 conoce a Emile Jaques-Dalcroze, en una demostración de “Gimnasia
Rítmica” – un método para la enseñanza de la música a partir del uso del cuerpo,
creado por el austríaco – y le escribe una carta diciendo que había descubierto
en su método la solución al problema de la “exteriorización de la música”. Para sumarse a la investigación y desarrollo del
sistema de ejercicios, participa junto a otras figuras destacadas de la creación
del Instituto Jaques-Dalcroze en Hellerau, cerca de Dresde, Alemania. Entre 1909 y 1910 dará a luz los “Espacios Rítmicos”,
una serie de composiciones espaciales para albergar los ejercicios musicales,
cuyo objetivo era hacer consciente al alumno de sus facultades, y ponerle en
posesión de sus ritmos físicos y naturales, incorporándolos a partir de una
experiencia corporal. Los movimientos se
practicaban en un entorno arquitectónico-escenográfico determinado, compuesto
por escalones, rampas y elementos en el plano horizontal.
Entre 1911 y 1919, dentro del marco del Instituto, diseña la
escenografía de los espectáculos “Orfeo y Eurídice”, “Fete de juin”, y el
ballet “Eco y Narciso”. Durante 1914
participó junto a Edward Gordon Craig, otro colega con el que compartía los
mismos criterios de uso del espacio escénico, en la exposición interncional de
Zurich. Para ambos el escenario es un
instrumento en donde la escenografía determina su uso como tal y (el actor crea
el espacio a través de su temporalidad rítmica). El espacio escénico es más que la línea de
implantación escenográfica, es una totalidad en la que se muestra el trabajo
del actor y se desarrolla el espectáculo.
En 1921, publica “La obra de arte viviente” que resume sus teorías y
define al rol del director por encima del resto del equipo que trabaja en la
consecución del hecho teatral, remarcando que su principal preocupación debe
ser el trabajo del actor, su movimiento y la palabra. En sus diseños se evidencian los efectos a
conseguir con la luz, sobre el actor y la escena, desde escenografías planteadas a partir de plataformas
ubicadas a distintas alturas.
El actor dibuja entonces sobre el espacio su
interpretación física, sometida a un ritmo determinado en un espacio neutro,
desprovisto de falsas perspectivas, dotado finalmente de elementos evocadores,
ascéticos y en cierto modo narrativos.
En 1923 dirigió “Tristan e Isolda” en la Scala de Milàn. Al año siguiente para el Theatre de Bale “El
Oro del Rhin” y en 1925 “Las Valquirias”.
El poco éxito de estas puestas lo hizo alejarse del teatro, no sin dejar
abundante material, en algunos casos aún inédito, y participó de tres
exposiciones mundiales, Amsterdam y Londres en 1922 y Magdeburgo en 1927, que
permitieron dar a conocer sus ideas.
Fallece el 29 de febrero de 1928
Fuente
Nexo Teatro – Adolphe Appia
Wikipedia – Adolphe Appia
Vitruvius Revista de Arquitectos
Magdalena Reches
http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/11.122/3449
Marina Dias
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