Auguste
Rodin nació en Francia el 12 de noviembre de 1840 y falleció hace cien años, el
17 de noviembre de 1917. Fue un escultor
francés de renombre internacional, considerado el padre de la escultura moderna,
porque logró romper el concepto reinante que definía a la escultura como una
imitación selectiva de la naturaleza vinculada a la belleza y redefinir el
concepto como algo que imita a la vida a través de la amplificación y
exageración del todo.
Nacido
en una familia modesta, su interés hacia las artes apareció tempranamente y su
padre lo envió a la Escuela Imperial de Dibujo y Matemáticas donde hizo sus
primeras armas en la disciplina. Tres
veces intentó ingresar en la Escuela de Bellas Artes sin lograrlo, por lo que
se decidió entonces a estudiar anatomía en el Museo Nacional de Historia
Natural. Al mismo tiempo realizaba
prácticas en el Museo de Louvre y en la Galería de Estampas de la Biblioteca
Imperial.
Fue
en esos lugares que realizó esculturas decorativas y participó de la
reconstrucción urbana de París en 1857.
Sin embargo la primera escultura que se conoce con la firma del autor
data de 1860 y corresponde a un busto de su padre, obra que nunca incluyó en
una exhibición.
En
1864, un año después de conocer a Jean-Bauptiste Carpeaux, presenta su obra “La
Máscara del Hombre de la Nariz Rota”, que representa a un hombre llamado Bibi, natural
de París, cuya vida puede leerse en los duros surcos de su rostro. La escultura fue rechazada por el jurado del
Salón de París por considerarse inacaba e incompleta. Fue recién en 1875, cuando la versión ahora
tallada en mármol por León Fourquet, fue aceptada y reconocida por la Academia como su primer
trabajo.
Para
ganarse la vida, se incorpora al taller del escultor Ernest-Albert
Carrier-Belleuse. De esta manera varias
de sus esculturas de esta época llevan la firma del titular del taller. Junto a este escultor también colaboró en
Bruselas en importantes obras para la Bolsa de Comercio y algunos otros
edificios. En 1873 se asocia a
Antoine-Joseph Van Rasbourgh y producen los bustos Suzon y Dosia y los retratos
Doctor Thiriar y De Vigne, entre otros. Y fue en esta etapa que crea las
Alegorías de las Artes y las Ciencias para el Palacio de la Academia, dos
Alegorías de las Provincias para el Palacio Real, la Cabeza de Beethoven pare
el Patio del Conservatorio Real de Musica y tres figuras del Monumento al
burgomaestre J.F. Loos.
Como
hiciera su maestro, viaja a Italia para conocer y estudiar in situ la obra de
los grandes escultores del Renacimiento.
A su regreso, en 1877, presenta en el Circulo Artístico y Literario: “La
Edad de Bronce”, inspirada en el “David” de Donatello y “El Esclavo Moribundo”
de Miguel Angel. El impecable realismo –
se llegó a pensar que se trataba del vaciado sobre un modelo vivo –
produjo otra vez, la aversión de la
crítica. Comienza a manifestarse la
importancia del gesto en su obra. Y si bien todavía no triunfa como escultor,
logra hacerse famoso entre los artistas más reconocidos de París.
A
fines de 1880 desde el gobierno, le solicitan una puerta decorativa – “La
Puerta del Infierno” – para el futuro Museo de Artes Decorativas, proyecto que
más tarde fue cancelado pero que permitió al autor crear sus más queridas obras:
“El Pensador”, “El Beso”, “Ugolino y sus hijos”, “Paolo y Francesca”, “Las Tres
Sombras” y “La Bella Esposa del Fabricante de Cascos o La Vieja Cortesana”
Más
tarde llegaron otros encargos, todos ellos dividieron a la crítica o fueron
rechazados por sus propios clientes: “Los Burgueses de Calais” en honor a
aquellos héroes de la Guerra de los Cien Años, que se encuentra emplazado
frente a la Sociedad Nacional de Bellas Artes de la ciudad de Calais. Planteada
la distancia de los personajes con los cánones académicos, el autor se defendió
por hacerlos tan delgados y débiles, recordando que los protagonistas, sufrieron la hambruna causada por el sitio de la ciudad, por más de dos años.
La
Sociedad de Hombres de Letras, le encargo una escultura de Honore de Balzac, que fue
rechazada por considerarla (otra vez màs) inacabada, y luego encargada a Falguière. Hoy es considerada el primer ejemplo de
escultura moderna. Algo similar sucedió
con el trabajo sobre “Victor Hugo Sentado”.
También
el Sarmiento, encargado por la ciudad de Buenos Aires para el 25 de mayo de
1900 resultó difícil de concebir algo más feo, vulgar, casi
repulsivo y, por lo tanto, menos parecido a Sarmiento que el perfil de su
estatua (…). Sarmiento era feo, pero no
tenía un cráneo de degenerado ni era su cabeza la de un notario o la de un
farmacéutico de aldea. (Diario La Nación, mayo de 1900).
Con
Argentina, tuvo una especial relación, ya que el escultor vivió dos años en Buenos
Aires a principios de siglo XX. Ninguna
otra ciudad, le encargó una réplica del Pensador tan grande como la que se
encuentra frente al Congreso, y para esa época ningún museo americano exponía
sus piezas cuando en Bellas Artes se exhibió su primer mármol. El museo posee
alrededor de treinta piezas del autor.
Su influencia se ve plasmada en nuestro Roberto Yrurtia y en su obra “Canto
al Trabajo” frente a la facultad de Ingeniería.
Su
primera exposición individual se realizó en su país, recién en 1899.
Conoció
a Rose Beuret en 1864, su compañera durante más de cincuenta años, con quien
tuvo un hijo. Se casaron en enero de
1917, un mes más tarde falleció ella y en noviembre él. Tuvo amantes, entre ellas, su talentosa discípula
Camile Claudel a quien conoció en 1883
Su
arte despertó mucha envidia ente sus pares, por su capacidad para modelar hasta
los más pequeños detalles de los cuerpos o la naturaleza y quizás por ser un
artista formado fuera de la Escuela de Bellas Artes tuvo la libertad para
cuestionar los cánones tradicionales, revolucionando el concepto de escultura.
No
cambió la realidad para hacerla más bella, sino que trabajó para poner de relieve
las imperfecciones que hacen único a un objeto o una persona. Modificó el concepto de los monumentos
públicos incluyendo en las personalidades a representar, gestos cotidianos o de
aspectos más humanos, contrarios a la heroicidad con los que comúnmente se los
exhibía. Planteó detalles inacabados o
fundió fondos con figuras para que el espectador completara la idea. Convirtió a la luz en protagonista, como buen
Impresionista, trabajando este concepto en la manera de tratar las superficies –
en contra de los preceptos de la Academia que sostenía que la luz debía ser
independiente. Creía que en el volumen se
materializaba el contenido emocional de la obra y permitía impactar así, al
espectador.
Fuente
http://www.lanacion.com.ar/500494-los-estrechos-lazos-de-rodin-con-el-pais
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