Escribir teatro en estos tiempos
que corren tiene sus ventajas y sus desventajas.
Como ventajas podemos señalar que
la posibilidad de escribir, desde lo formal es infinitamente amplia., considerando
que desde sus inicios allá por el seiscientos antes de Cristo, hasta fines del
siglo XVIII y mordiendo el XIX, no se concebía la escritura si no era en verso
– El teatro isabelino se escribía con versos blancos, la moda del momento, pero
versos al fin. La explosión de estilos y
movimientos artísticos producidos a partir de fines del siglo XIX y durante el
siglo XX en respuesta y/o competencia con la tecnología en desarrollo que
multiplica los medios en que se transmiten las formas de contar las historias o
la llegada al público consumidor, generando también un cambio de paradigma en
el espectador como tal, no solo nos permite escribir en prosa, sino que tampoco
es necesario escribir diálogos, basta con que lo que queramos contar esté
expresado en imágenes, acciones, climas, para dejar que de ahí en más se
arregle el director con la puesta en escena.
La desventaja es que es
conveniente tener un manejo de las técnicas de actuación desarrolladas desde
Stanislavski para acá. Ahora es
necesario que el autor esté más cerca del escenario, adentro para decir mejor,
conociendo lo que les pasa a sus personajes, ya no desde lo que dicen sino
desde lo que sienten y desde lo que no se atreven a decir. Entonces el desafío es construir silencios
conflictivos no carentes de ritmo.
Quizás los mayores de cuarenta
años tengamos que luchar con el preconcepto “de lo que tienen que decir los
personajes” para que la obra de un autor sea interesante. La escuela nos ha enseñado que hacer teatro,
era decir bien un texto y escribirlo, hacer literatura. No está errado el concepto, sino que estaba fuera
de época y esta se corresponde con la que para la formación del actor era necesario
estudiar oratoria y declamación. No muy
lejos en el tiempo, todavía quedan grandes actores con esa formación.
Volviendo a las ventajas, es entonces
que los autores han pasado a llamarse dramaturgos.
La dramaturgia es la acción y
efecto de crear, componer, escenificar y representar una obra, convirtiéndolo
en espectáculo teatral. Su objetivo es dar una estructura de sentido al
trabajo de los actores en el espacio incluyendo el diálogo que estos pronuncian. Dicho de otro modo, es el diseño
de una historia de acuerdo con los elementos específicos del teatro.
El concepto actual, surge de la
labor de Gotthold Ephraim Lessing, que vivió en Alemania entre 1729 y 1781 y que
al hacerse cargo de la dirección del Teatro Nacional de Hamburgo comenzó una
serie de trabajos que incluían la elección de las obras, su traducción, y la crítica
de las puestas y la actuación.
Comienza a plantearse aquí si el
teatro debe ser parte de la Literatura.
Antonin Artaud piensa que el
teatro debería escribirse con un idioma propio, como la música, por lo que
entonces no habría dudas acerca de su independencia.
En los años sesenta, del siglo
XX, surge principalmente en Francia la Teatrología, una disciplina que echa
mano a la semiótica para estudiar el hecho teatral. Más tarde, extiende su marco de análisis al
del contexto de la sociedad dentro de la cual se efectúa el montaje escénico.
Teóricos como el chileno Juan
Villegas han impulsado los estudios de la teatralidad bajo el
supuesto de que el teatro es fundamentalmente una práctica cultural y social: El estudio de la teatralidad social abarca
dos grandes áreas, la que implica la descripción de conductas y gestualidades
sociales como procesos de teatralización y la que requiere el análisis de sus
modos de representación en la literatura, la arquitectura, la pintura, el cine,
la fotografía, el teatro, etc.
Con el postmodernismo,
comprendemos que cada obra en particular responde a una estructura particular,
en la medida que descubramos cual es dicha estructura podremos obtener una
familia de obras de escritura simplificada gracias al modelo.
Siempre hubo un interés por
entender cómo debía escribirse una obra de teatro, y desde Aristóteles en
adelante encontramos distintas preceptivas para lograrlo.
Existen consejos, reglas,
fórmulas, para escribir cada uno de los géneros, de las cuales algunas iremos
viendo aquí. Es cierto que cuando se
descubre una regla y se toma conciencia de ella, ya hay artistas dispuestos a
transgredirla para demostrar que también se puede escribir más allá de ella. La historia del arte es una suerte de
opuestos: Un concepto periférico va ocupando un centro hasta que se produce su
saturación o se canoniza, es entonces cuando los artistas de la próxima
generación buscan diferenciarse rescatando un nuevo o antiguo objeto periférico
para construir un nuevo centro. Y que cuando
escribimos con fórmulas, existe el peligro de que se note la costura, o de que
el producto sea solo una suma de ejercicios.
Por lo que sugerimos dejarnos llevar por lo que nos interese en ese
momento y utilicemos la batería de fórmulas para el momento de la corrección.
Las historias pueden tener origen
en un cuento, anécdota o hecho real, en las que encontraremos un recorrido para
contarlas, es importante entonces tener primeramente un final, para saber hacia
adonde vamos. Es muy frustrante tener un
amplio, amplísimo material, y no poder darle un cierre adecuado que esté a la
altura del contenido desarrollado. O
pueden ser el producto de un proceso autopoiético de imágenes. Una imagen dispara la siguiente u otra que
podría ubicarse en un momento anterior y se van acoplando generando una idea
que puede ser abierta para que la cierre el público o no.
Cuando el punto de partida es un
concepto, la obra pedirá texto, ya que un concepto debe explicarse, y el autor
lo hará a través del discurso de sus personajes. Cuando el punto de partida es una imagen, la
construcción de la obra se orientará hacia las sensaciones a transmitir y
exigirá de los actores un compromiso corporal alto antes que oral. Y usualmente
un mejor presupuesto para la puesta.
Según Maurcio Kartún, las tres
excusas más usadas para escribir en oposición “al cuentito”, son la metáfora,
la paradoja y la metonimia.
Metáfora, es el desplazamiento de significado
entre dos términos con una finalidad estética, consiste en un tipo de analogía o asociación entre elementos que comparten alguna similitud de significado para sustituir a uno por el otro en una misma estructura. Una metáfora expone dos cosas en conjunto que permiten la
sugerencia a compararse e interpretarse como un solo concepto. Es la transferencia de un nombre de una cosa
a otra.
Paradoja, es una figura de trabajo que consiste en
desarrollar una línea contradictoria, o un planteo absurdo que se presenta con
apariencia de verdadero.
Metonimia, consiste en la extrapolación de un concepto a
partir de la sugerencia de alguna de sus partes.
Para Ricardo Halac, las obras versan
alrededor de por lo menos dos aspectos de los cuatro que se enuncian a continuación:
lo social, lo político, lo familiar y lo privado.
Para finalizar, el conocimiento
de la estructura dramática y sus elementos, tal como están desarrollados en
este blog, son básicos para la construcción y análisis de cualquier escena.
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