Analizamos el texto escrito por Armando
Discépolo en 1925, cuando el autor rondaba los treinta y ocho años y llevaba
quince de experiencia profesional. Enmarcada
en el grotesco criollo, un subgénero del que Discépolo fue su principal
exponente, describe inteligentemente la realidad socioeconómica de la época.
Sin ahondar en particularidades, sabemos que el
grotesco criollo, toma elementos del grotesco italiano y el sainete criollo. Entre sus principales características podemos
decir que tragedia y comedia se funden generando una risa amarga, por lo
patético de las situaciones, en las que los espectadores se suelen ver
reflejados y donde los personajes son caricaturas del crisol de razas que dio
origen a nuestra nación cien años atrás.

Escrita en un acto único – no adolesce de
extensión – y a pesar de que hábilmente el autor no lo hace podemos
particionarla en principio, nudo y desenlace.
Si bien hay una trama principal, la misma esta ocultada entre las
distintas historias que viven los quince protagonistas, lo que hace que en su
conjunto la obra termine contando algo superior a la anécdota en cuestión. Cada historia es importante, capta nuestra
atención, tiene escalamiento, y logra entretejerse con las otras sin mostrar la
costura que las une. Así suavemente y
sin interrupciones, se va llegando al desenlace que suma un epilogo con un
final abierto, no para la historia, pero si para la reflexión del espectador.
La obra se desarrolla en una única escenografía,
que se enuncia en didascalia: los bajos de servicio de un palacio familiar
porteño de principios de siglo XX, en donde pueden verse, la cocina de la casa,
su despensa, el comedor de los sirvientes, la habitación del mayordomo y su
mujer, la entrada de servicio, y la escalera que conduce a arriba, donde
habitan los dueños de casa.
Las permanentes referencias entre arriba y
abajo, ricos y pobres, sueños y realidades, se ve apoyada también en la
extensión del dialogo de los personajes.
Mientras los criados se expresan en oraciones breves y concretas, los
patrones lo hacen con el doble de extensión de palabras para expresar muy pocos
conceptos. Los criados hablan de la vida
que desearían tener y los valores que persiguen, mientras que los patrones
revelan sus artimañas y especulaciones y desnudan la vida que llevan. Parecería que los criados necesitan menos
palabras para dejar en claro quiénes son y qué piensan.
Para escribir los diálogos que dicen sus
personajes, el autor ha elegido escribirlos tal como ellos, en su mayoría
inmigrantes, aunque también provenientes del interior del país, pueden
pronunciarlos, en un castellano deformado por la dificultad de la adaptación del
individuo a la nueva lengua, sin dejar de lado el argot que nace y las típicas
expresiones de los porteños de la época, en lunfardo. Esto destaca el ansia de toda esa gente por
incorporarse al país y ser parte de su cultura.
Solo tres monólogos estratégicamente
dispuestos, se recortan de los textos breves.
El primero a cargo de José a su esposa Lola,
pone el sello al eje principal del relato de la obra, cuando justifica el por
qué deben hacer desaparecer la joya, regalo de compromiso de la niña Emma. El
texto es parte de una discusión de pareja que se ha iniciado en la elipsis y solo
al final el deja ver qué fue lo que le propuso en un principio. De esa manera los espectadores se enteran cual
será la línea de acción latente que desencadenará la desgracia.
El segundo, a cargo de Piccione, explica el
título de la obra, y expone la realidad del país. Un país generoso en donde cualquiera tiene la
oportunidad de ocupar puestos de trabajo, sin estar capacitado para
hacerlo. Deja ver un poco de tristeza
por la poca valoración que se hace del esfuerzo por la preparación y la
experiencia. Revela la incapacidad de los
que toman las decisiones, en este caso sus patrones como ejemplo de la
sociedad, de comprender el valor de esa experiencia. No obstante también se resalta la voluntad por
trabajar, aprender el oficio y hacerlo bien.
El tercero, a cargo de Secundino, describe el
trato y la consideración de los patrones y los de su clase para con los
sirvientes, esos invisibles que todo lo pueden y nada les cuesta.
Si bien encontramos superpuestos distintos
dispositivos dramatúrgicos de los que vemos en el curso, podemos señalar que la
estructura se apoya principalmente en el dispositivo “Oculto-Manifiesto”, donde
la fiesta de compromiso de la niña Emma, es la línea manifiesta y la línea
oculta es el robo que ha de producirse. Acá
el autor juega dos líneas una verdadera y otra falsa. La verdadera es la que lleva adelante José –
paradójicamente el pretende simular un robo, para acusar a otro de ladrón – que
le permitiría mantener su statu quo: no perder su trabajo y continuar siendo el
principal sirviente de la casa. Y la
falsa, es la encarada por los verdaderos ladrones, que no han tenido tiempo
para llevarla a cabo.
José consuma una acción vil, ignorando las
verdaderas intenciones de sus adversarios, y paga el precio por su mala jugada. Eustaquio y su cómplice Otto, no alcanzaron
el mérito para llegar a la cárcel, algo que no sabemos si sucederá más adelante
o no, y es lo que el epilogo deja abierto. Los verdaderos malos no son castigados, y un
hombre desesperado por no quedar en la calle debido a un acto fortuito – una
conjuntivitis que le impide trabajar – es condenado. De todas maneras, es claro que él es
responsable por el acto que eligió cometer.
Su especulación y las trampas que prepara no lo hacen carismático para
la audiencia. Lo que si ocurre con el
malviviente en el rol de criado suplente, en donde en otros pasajes se lo ve
preocupado por la gente.
El dispositivo que articula como disparador, es
un “Conflicto con el Entorno” – algunos autores lo señalan como “Conflicto con
Dios” porque es algo que el hombre no puede manejar – que se manifiesta en la
enfermedad de José, y ha dejado en la elipsis las primeras consecuencias: Queda
apartado de su trabajo, justo en un día muy especial en dónde se da una fiesta
muy importante en la casa, ha tenido que buscarse un reemplazo y ha conseguido
uno, a propósito, que no tiene experiencia para que no lo eclipse y por otro
lado Emilia, la señora de la casa, ha contratado a otro más, en razón del
evento. Este último de nombre Eustaquio,
no es idóneo, pero sí, lo suficientemente hábil para que nadie en la casa se de
cuenta, a excepción de José, que lo considera una amenaza para él.
A partir de la desaparición de la joya, se abre
el dispositivo “Conflicto A Través del Objeto”, con el que se pone fin a la
obra. Pero también revela lo que cada
uno piensa del otro.
En cada subtrama, y en el climax de la obra hay
un “Dispositivo de Confesión” en sus distintas variantes.
Los cuadros son breves y superpuestos. La acción comienza con Isabel peinándose – la
acción es una anticipación a los planes que Eustaquio y Otto tienen sobre ella
- en primer plano, y detrás, los cocineros trabajando, José con anteojos
oscuros parado observándolo todo.
Inmediatamente baja por las escaleras Eustaquio, la contrafigura de
José, su primer comentario también es una acción, y es en referencia a los de
arriba. El segundo comentario en apenas
un punto seguido instala una relación con Isabel. Apenas una sola palabra – ¡Linda! A la que ella responde – ¡Tonto! Quedan planteadas las dos amenazas de
Eustaquio. El valor que para él tienen
los de arriba a los que pretende desplumar y el valor que tiene Isabel, si
logra captarla, junto con su socio, para ser sus proxenetas. A continuación, la
tercera escena en el tercer texto de la obra: ¿En qué copas se sirven? A lo que
José responde En las blancas…. ¿cuántas veces? (te lo tengo que decir). Luego sucede una riña, entre ambos personajes,
de la que nos enteramos qué no es la primera
La obra es del tipo coral y entonces no se
puede hablar de un protagonista y un antagonista. José es un protagonista que el público no
quiere. Eustaquio es simpático,
representa el cambio en la casa y lo quieren culpar de un hecho que todavía no
cometió. Los de arriba, son los que los
explotan a todos y los que llegaron hasta ahí, de manera no santa. Los verdaderamente honestos son personajes
secundarios y que cobran protagonismo en oportunidad de dar un mensaje
superador.
Los personajes orbitan de la siguiente manera:
podemos llamar grupo principal a José y Lola
porque desovillan el motivo principal sobre el que se estructura el
relato. Sus diferencias – que logran
esconder del resto de los criados – generan varias escenas que hacen que
finalmente José y no Lola, como él le pedía, concrete la acción que los pierda.
En este grupo sumamos a Alcibíades, que
a manera da auxiliar, redondea el perfil de José. que ha elegido a un
colchonero para que lo reemplace como mozo de servicio, y cuya integridad
contrasta con la del mayordomo. El se
siente incómodo con el trabajo, no le gusta, pero no renuncia para cumplirle el
favor a su coterráneo. Es el
protagonista de las situaciones cómicas, por lo torpe que es y tiene a su cargo
la acción del final, donde corre afuera porque siente que le falta el aire y se
ahoga entre tanta mentira y ese sabor a “sálvese quien pueda” cocinado ahí, por
el grupo de compañeros de trabajo en esa cocina.
El grupo secundario, es el que lleva adelante
la falsa trama. Otto, el cochero y
Eustaquio el mozo de servicio contratado para dar apoyo a la fiesta en ausencia
de José, son cómplices y traman un robo a la mansión. El robo no se perpetra
porque Eustaquio, del que nos enteramos que tiene antecedentes policiales, a
pesar a haberse ganado la simpatía de la señora Emilia, todavía no ha logrado
estudiar todos los pasos de sus patrones.
Otto está implicado en todos los malos hábitos de los hijos de sus
patrones, el niño juega igual que él a los burros y la niña tiene relaciones
con otro hombre distinto de su futuro esposo y de nuevo es él quien maneja la comunicación
entre los tortolitos. Por otro lado junto
a Eustaquio acosan a Isabel para
tentarla a que trabaje en otras lides.
Sin embargo Isabel es lo suficientemente integra para no dejarse
influenciar.
Isabel y China representan el amor puro, en
contraposición al amor por conveniencia que está sucediendo arriba. Ambas se han enamorado en otro trabajo del
niño de la casa y han sido corridas o han renunciado para mantener la frente
alta. Pero no pierden ilusiones de
formar una familia.
Piccione, Cacerola y Carlota, representan el
trabajo honesto, pero con distintas aristas.
Carlota es grande, esta sola, y ha perdido las esperanzas de aspirar a
una vida mejor, por lo que recurre a la bebida.
Cacerola es el joven que ha venido a aprender el oficio y hacerse la América
y ya tiene su primera moneda de oro.
Cree que el solo puede contra el mundo.
Piccione es experimentado y está orgulloso de su curriculum y está
dispuesto a no dejarse pisotear por gente cuyos méritos no son tales y que el
conoce bien.
Finalmente, entre todos estos que conforman la
órbita de los criados, se encuentra Secundino, el quizás más pobre que todos, ya
que tampoco tiene un oficio y su única esperanza esta puesta en ganar a la
quiniela, algo por lo que de alguna manera todos también apuestan.
En la órbita de los ricos, se encuentran los
dueños de casa y sus hijos. Y otros personajes que son nombrados pero que no
aparecen en la escena, aunque podemos suponer son de la misma calaña. Todos ellos esconden secretos.
La presentación termina cuando José le pide a Lola
que robe la joya. Antes hemos escuchado
los diálogos de Otto y Estaquio y sus quejas porque el “trabajo” se hace largo. Hemos visto el flojo desempeño de Alcibíades,
la espera de las muchachas por la cena que no llega, y la intimidad de sus
amores. Se presentaron los cocineros,
ellos todavía tienen trabajo y no pueden sentarse a descansar. Secundino, el portero también ha aparecido avisándole
al chofer que lo necesitan. Los de
arriba quedaron presentados tácitamente.
El nudo se inicia con el anuncio de que arriba
piden los postres. Todas las historias
suben un peldaño. Alcibíades se vuelve a
equivocar, Eustaquio cansado se relaja frente a Piccione y tienen un pequeño intercambio
de palabras, justo antes de que encuentre un pelo entre los postres,
responsabilidad de Carlota. Cacerola y
Carlota no se llevan bien.
José parece haber convencido a Lola de la tarea,
luego nos enteraremos que no fue capaz y que se descompone.
Se recibe otro ramo de flores, ahora blancas. para
la niña, lo que funciona como anticipación del comportamiento de Emma, ¿símbolo
de pureza? Reflexiones que son un reflejo de la sociedad para la que
trabajan. Se profundizan los anticipos,
Piccione, que se adueña del nudo, haciendo que todo funcione en la cocina, también
conoce a los patrones de cuando no tenían dinero. Pero no está dispuesto a hablar. Sin embargo la tanada se le subirá en el
desenlace.
Alcibíades ha tenido un percance, que da pie
para que la señora Emilia, descienda a regañarlos. Luego confluye en el niño Victor que no está de
acuerdo con ser el cuñado de Jacinto Acuña y extorsiona a la madre para hacer
de las suyas. También baja la niña Emma
para hacer un pedido especial.
Finalmente llaman a Piccone arriba para felicitarlo por la magnífica
cena.
El nudo termina cuando los señores bajan a los
gritos diciendo que los han robado y el ladrón se encuentra ahí abajo. Se produce un enfrentamiento que los patrones
pierden. Los gritos que publican sus secretos de como amasaron su fortuna se ha
escuchado en toda la casa. De todas
maneras las relaciones entre los compañeros de trabajo se han roto, tras el “sálvese
quien pueda” del que solo Piccione se hizo cargo. Falta recuperar la joya, y aunque creen que
no está entre ellos, inician una requisa.
La aparición en el bolsillo equivocado, resulta una sorpresa y otra acción
vil, pero en este caso ejercida por los malechores que dan testimonio de haber
visto como José se deshacía del objeto – algo que no pudieron ver – todos lo
creen y lo condenan.
De todas maneras, la casa ya no volverá a ser
la misma.