Edward Henry
Gordon Craig, más conocido como Gordon Craig, nació el 16 de enero de 1872 en
Inglaterra y falleció hace cincuenta años, el 29 de julio de 1966. Fue Actor, Director y Escenógrafo.
Sus ideas, revolucionaron
la escena teatral de fines del siglo XIX y continúan vigentes hasta nuestros
días. Modificó la concepción de la escenografía
en los espectáculos, saliendo de la escena pictórica para transformarla en
arquitectónica. Redefinió el rol del
Director, tal como se lo percibe en nuestra época y dejó una propuesta de
investigación para reinventar el trabajo del actor: La Supermarioneta.
Hijo natural de
la actriz Ellen Terry, trabajó como actor desde muy joven, en la compañía de
Sir Henry Irving, hasta 1897 cuando decidió volcarse a la Escenografía.
Se casó muy
joven, con May Gibson, con quien tuvo cuatro hijos, y otros dos con su amante, Elena
Mee. Y más tarde de la relación con la
famosa bailarina Isadora Duncan, su hija Deydre.
La actividad
teatral, en Inglaterra, durante los últimos treinta años de fin de siglo XIX y hasta
la primera guerra mundial, se había transformado en un éxito comercial inédito,
debido a la popularidad que alcanza este arte.
Al extremo que en los años noventa, se inauguran catorce nuevos teatros,
además de los ya existentes. Para
sostener dicha actividad económica, los productores necesitaban espectáculos
seguros que le permitieran mantener altos, los niveles de público para
recuperar la inversión.
Craig considera
que el teatro de esta época, en pleno desarrollo del naturalismo, tanto en la
actuación como en la escenografía, se encuentra completamente degradado. Y que
en este contexto la innovación, que traía en su cabeza, no tendría lugar, como
lo comprobaría apenas más adelante.
Como
escenógrafo, piensa a la escena como un objeto siempre en movimiento, siempre
dinámico. Ese movimiento debería ser tanto
real como virtual. El real, lo
materializa a partir del uso de grandes paneles y pantallas, los “screens”, que se desplazan y combinan posiciones en el
plano y en el espacio. El virtual a
partir del uso de las luces, que ofrecen movimiento a la escena a partir de las
sombras que construyen y de los reflejos que generen las proyecciones sobre las
planchas.
Enrolado en el
movimiento simbolista, se manifiesta en contra de todo arte naturalista,
critica a sus pares por la obsesión de lograr una escenografía capaz de
competir con la fotografía. Él es un
creador de espacios, de ambientes, de climas, de símbolos.
Sus primeras
producciones fueron para la ópera, “Acis y Galatea” de Handel y Los Vickingos
de Ibsen ambas estrenadas en Londres, que si bien marcaban las novedades
planteadas por Craig, no gustaron a un público conservador.
La falta de apoyo
económico, lo obliga a trasladarse por el continente. En Alemania escribe su famosa obra, “Del Arte del Teatro”, y conoce a
Stanislavski, para quien hace la escenografía de “Hamlet” para su Teatro de
Arte de Moscú, años antes de la revolución. Más tarde en Italia crea una
escuela de escenografía con el apoyo de Lord Howard de Walden.
Craig es un
incansable investigador, y a pesar de la rigurosa metodología que establece, es
su intuición lo que lo lleva más lejos.
Contemporáneo de Adolphe Appia, otro revolucionario escenógrafo, comparte
con él el rechazo al movimiento naturalista y su tendencia a imitar a la
naturaleza que (para los simbolistas) nada tiene que ver con el arte.
Concibe al arte como una construcción del hombre y al teatro, como la
síntesis de todas las artes, una idea ya vista en el “Teatro Total” de Wagner.
Necesitará
dirigir sus obras para llevar adelante sus teorías. Es aquí donde redefine el rol del Director,
tal como lo conocemos en la actualidad.
Hasta esta
época, el montaje de una obra era responsabilidad del actor principal de la
compañía o del dramaturgo. El Director apenas
cumplía una función de asistencia. A
partir de aquí el rol del Director cambia, para ser quien tome todas las
decisiones que involucran a la comunicación de una idea, es quien asume “el
completo y absoluto control del escenario y de todo lo que tiene que ver con la
escena”.
El Director
ideal es aquel que pueda manejar, en armonía, todos los lenguajes (texto,
movimiento, música, iluminación, vestuario, escenografía, color, etc.) logrando
un equilibrio de la escena. La belleza se alcanza a través del equilibrio. La obra debe entonces, tener una unidad
conceptual.
Bajo este marco
conceptual, el actor es un elemento plástico más, que debe estar al servicio
del director.
Se plantea, que
hasta el momento, el actor estaba al servicio del autor y de sí mismo, alimentando
su ego, buscando efectos bajo el dominio de las emociones. Estaba preocupado por declamar versos y ser
aplaudido. Limitándose a mostrarse, se
transformaba en un instrumento del autor, ya que al final serían sus palabras
las que trasciendan y no el arte del actor. Concluyendo que este actor estaba al servicio de la literatura y no
del teatro.
Para el teatro
de Gordon Craig, el actor debe ser una Supermarioneta, al servicio del Director.
Esta
Supermarioneta es un concepto teórico, que permite repensar el trabajo del
actor.
Se basa en la
pureza del títere, al que considera creado por las tribus de la antigüedad a
imagen y semejanza de los dioses para interpretarlos a la hora de cumplir con
los ritos. Se trata de incorporar
saberes que le permitan ponerlos al servicio del gesto. Para esto el actor debería lograr que su
mente maneje su cuerpo sin la intervención de las emociones, para encontrar los
movimientos exactos, formas puras que puedan ser repetidas mecánicamente sin
error, y que expresen el arte del actor.
"Si pudiese hacer de tu cuerpo una máquina o un pedazo de materia inerte como la arcilla, y si esto te pudiera obedecer en todo movimiento por todo el tiempo que estás frente al público, y si pudiera poner a un lado el poema de Shakespeare, estarías en facultad de crear una obra de arte, con lo que está en ti. Porque no solamente habrías soñado; habrías ejecutado a la perfección; y habrías podido repetir tu ejecución infinitas veces sin mayores variaciones de las que diferencian dos monedas."
"Si pudiese hacer de tu cuerpo una máquina o un pedazo de materia inerte como la arcilla, y si esto te pudiera obedecer en todo movimiento por todo el tiempo que estás frente al público, y si pudiera poner a un lado el poema de Shakespeare, estarías en facultad de crear una obra de arte, con lo que está en ti. Porque no solamente habrías soñado; habrías ejecutado a la perfección; y habrías podido repetir tu ejecución infinitas veces sin mayores variaciones de las que diferencian dos monedas."
Considera que
la artificiosidad del modelo es noble comparada con la artificiosidad del
naturalismo.
Para Craig el
teatro tiene leyes fundamentales, como todas las artes, pero que todavía no han
sido descubiertas. Y sus investigaciones
se centran en develarlas, ya que, una vez hecho esto, el teatro se encaminará
hacia su forma verdadera, condición necesaria para que exista la belleza.
Piensa que en
el movimiento se encuentra la llave que le permitirá avanzar en su trabajo.
El movimiento
lo es todo, ya que todo surge de él, es la fuerza suprema.
Supo convertir
el escenario en un laboratorio de experiencias, buscando inagotablemente soluciones puntuales para cada puesta,
trabajando la simplificación, el minimalismo, sin limitarse a repetir fórmulas halladas
previamente.
Influenció a
otros grandes de su época, como Gemier, Copeau, Rouche, Autant-Lara y Artaud
(Francia), Jessner, Piscator y Brecht (Alemania), Prampolini
(Italia), Reinhardt y Keisler (Austria), Lidberg (Suecia) Schanche (Noruega),
Poulsen (Dinamarca), Szymon Syrkus (Polonia) o Norman Bel Gueddes (USA) y tiene
importantes discípulos que continúan sus investigaciones en todo el mundo.
Fuente:
Wikipedia:
Compañía Nexo Teatro:
Blog “El Cartógrafo” de Hector Levy-Daniel:
Programa de TV “Teatro del Mundo” emitido por “Canal a”
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