A la pregunta de ¿Cómo te iniciaste en el teatro? Le siguió un… Te vas a reír. La mujer de un amigo de mi primo, era hermana
de Jorge Mayol que era compañero de trabajo de Alfredo Alcón, ellos compartían
giras, y cuando volvía, nos contaba historias que me subyugaban. Durante esos relatos supe que yo tenía que
pertenecer al mundo del teatro.
Empezaban los años 70, y yo me estrenaba en el mundo de los adultos,
averigüé y me anoté en la Universidad Popular de Belgrano. Mi primer maestro fue Roberto Ponte. Acudí solo un par de años, después seguí
estudiando pero con intermitencias, hasta el 76, en que nació mi primera hija, ahí
hice un parate.
Después poco a poco fui volviendo a la actividad, tomaba
cursos y daba clases para chicos, participábamos de los torneos
bonaerenses. En esa época nació mi
segunda hija, ya ahí no pude parar. A
principios de los ochenta me había cruzado con Marcelo Vernengo, en la
Municipalidad de San Martin, él era muy creativo, hicimos varias cosas en
escenarios no convencionales, íbamos a geriátricos y hogares, y también pusimos
en escena: “El Herrero y el Diablo”, “A
la diestra de Dios Padre” y “Gris de ausencia”.
A mediados de los 90 hice un seminario con Anna Strasberg
en el Cervantes, muy intensivo. No me
animé a pasar al escenario, pero quedé impresionada por las devoluciones que
les hacía a los que si se animaron.
Nunca creí en la formación convencional, opté por tomar
lo que más me interesa de cada uno de los maestros a los que acudí. Manuel Maccarini, Boris del Rio, Norberto Diaz,
German Galeano, Vos, Mosquito Sancineto, Pablo Slavsky….
Hubieron dos cosas que cambiaron mi mirada sobre la
actuación, el método de las acciones físicas y el teatro antropológico.
En el 99 hice el seminario “Los Tres Territorios del
Teatro” dictado por Augusto Fernández, Juan Carlos Gene
y Raúl Serrano en la Facultad de Derecho de la UBA.
Hervía por hacer teatro, pero no encontraba con quien
hacerlo, me sumaba a la formación de grupos pero con ninguno se llegaba al
estreno. Parecía que había más
entusiasmo que esfuerzo por concretar el objetivo. El compromiso de parte de algunos de los
participantes se caía y las posibilidades de estar arriba de un escenario se
esfumaban. Me reencontré con vos de
casualidad y te conté. Me dijiste por
qué no hacés un monólogo? Y me regalaste un libro de un autor venezolano (Johnny
Gavlovski): Los Puentes Rotos. Me
encantó. Un tiempo después empecé a
ensayar con Pablo Slavsky, estuvimos casi un año haciendo laboratorio. Nunca pudimos dar con el autor para pedirle
los derechos. Con el trabajo de investigación
que habíamos hecho, se rehízo la dramaturgia y de ahí salió “Rotas Cadenas”. Fue mi primer unipersonal. Un trabajo que me llenó. Me sentí enriquecida. Tanto que después no encontraba nada con lo
que me sintiera a gusto. Sentía que nada
lo igualaba o lo superaba, como desafío personal, no? Estuve ocho años alejada del teatro como
actriz y como espectadora.
Pero como el diablo siempre mete la cola, si bien estuve
momentáneamente retirada, no me deshice de mis contactos de teatro en
Facebook. Un día tuve una conversación –
vía messenger – con Roberto Villanueva Cosse, y le conte brevemente esta
historia. El me invitó a ver “Compañero
del Alma”. No nos conocíamos y me dio un
poco de vergüenza, le dije que con un dos por uno alcanzaba, y me fui con una
amiga. Salí renovada. Me encantó el trabajo de Verónica Cosse, se
los dije y quedamos en contacto. El
bichito del teatro me había vuelto a picar.
Otro día, también en Facebook, veo una convocatoria que
hace Luciana Morcillo (una de las autoras de “Nenina”, junto a Olga Viglieca e
Ivan Moschner) para que varias
mujeres presentaran un monólogo –
así de loco era – en el FELCO (Festival
Latinoamericano de la Clase Obrera). El
tema de la obra atraviesa el caso Romina Tejerina, es un caso conocido sucedido
en 2003 en Jujuy, una chica de 19 años da a luz a una bebe y la hiere mortalmente en medio
de un brote psicótico. El texto aborda temas muy actuales, como la violación,
el aborto, la opresión del sistema, la condena social, etc.
Me contacto y pregunto si iba a ver un casting, me daba
curiosidad eso de que varias mujeres hicieran un monologo. Fui.
Quedé. La metodología de trabajo
me sorprendió. Todas teníamos el mismo
texto, pero cada personaje lo componía cada actriz con su impronta. Ensayábamos todas juntas, pero pasábamos de a
una, el director Ivan Moschner, nos hacía marcaciones generales y particulares. Después del festival, nos propone seguir, ya
que originalmente la propuesta inicial era hasta el festival. Pasa el verano, y nos re-envía una invitación
que le había llegado a él del teatro Belisario, ofreciéndole el espacio en el
caso de que tuviera una obra para mostrar.
Como era solo un mes, nos propone hacer una puesta colectiva, pero
también se aprovechó para hacerla en cuadrillas, y con esas cuadrillas, hicimos
giras. Después tuvimos todas la opción
de hacer el monologo cada una donde consiguiéramos. Yo personalmente la lleve, a la Universidad
de Tres de Febrero, a la Universidad del Comahue en Viedma, en un Encuentro de
Mujeres en zona sur, a Capilla del Monte, a La Casa Roja, también la hice en Pasaje
Artesón, y la llevo adonde me la pidan.
Proyectos?, seguir haciendo Nenina todo lo que pueda y
que me llames para hacer algo con vos.
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